Tengo un montón de amigos hippies –gitanos caribeños, les digo yo– que se dedican a recorrer el mundo vendiendo artesanías. Tarde o temprano, cualquier día, los encuentro cerca de este lugar. Todos vienen aquí a surtirse de materiales y herramientas porque pocos establecimientos ofrecen tanto surtido a un precio justo. Muchas veces los he acompañado y he constatado la gran cantidad de piedras –jade, amatista, ágata y otros nombres que se me escapan-, hilos de plata, gubias, pinturas, tintes y todo tipo de herramientas especializadas para crear joyas y artesanías. Lo mejor del lugar es que, además de vender el material, también se dan clases de todos los niveles de bisutería. Las clases son gratuitas con la condición de que el material se compre en el mismo establecimiento. Así, los artesanos pueden perfeccionar sus piezas, embellecerlas, y la casa, la casa siempre gana.