Muchas veces he pensado que el nombre más adecuado para el equipo de fútbol de la ciudad de Pachuca no debería ser«Los Tuzos», sino«Los Pastes». Y no lo digo solamente por un comentario con humor, sino porque mi argumento tiene sustento histórico: tanto el fútbol como los pastes llegaron a México gracias a los mineros ingleses que llegaron a zonas del estado de Hidalgo en el siglo diecinueve. Pero en fin, si la afición está más cómoda con apoyar a un equipo de roedores, quién soy yo para oponerse. Los pastes de la abuela no son como los insípidos y majaderos pastes que venden en las estaciones del metro, ni mucho menos como los que se ofrecen en las cuatro centrales camioneras de la ciudad de México. Aquí cada paste es una declaración ante la vida y como tal, se la toman muy en serio. Pide el paste minero con carne y papa, el de tres quesos o el de mole con pollo; o del lado dulce, el de arroz con leche o el de zarzamora con Philadelphia.