Aunque estos negocios de clases de tejido hayan dejado de abundar en nuestras tierras, este que reseño no parece ser el mejor, pero es interesante. Como en la foto se ve, es un lugar humilde y viejo, que intenta preservar un oficio humilde y viejo… Mi padre(aficionado de sastre) se dedica a hacernos almohadas, suéteres, cojines; hace camas para nuestros perros, bolsitas para perfumes, disfraces, etc. Un buen día se le ocurrió asistir a las clases, yo siempre le acompaño. Para mí era algo tan fuera de la realidad moderna y quise seguirle, así que lo acompañé. Aprendí a hacer el punto nosequé y me pinché y me desinflé y me fui. La señora que nos enseñaba hablaba mucho y nos enseñaba poco, pero creo que lo que quería era seguir viviendo a través de la costura.