Aun siendo Albert Heijn el equivalente a nuestro Mercadona, en este caso no hablamos de un supermercado, si no más bien de lo que fue la primera tienda de esta cadena convertida hoy en pequeño museo. La entrada es gratuita y te transportas a 1887, cuando abrió por primera vez esta tienda. Incluso la señora va vestida de época y todo. Balanzas antiguas, granos de todos tipos de cereales, toneles de licor, pero sobre todo, botes de café. Y como buen museo dedicado al café, principalmente, no podía faltar su máquina para poder hacerte un café y tomártelo allí mismo. Por 1 € y siendo de máquina, no fue malo y calentito entró muy bien en un día lluvioso de verano. Un sitio curioso al menos y cuya visita apenas supone unos 10 minutos.