Desconocía que hubiera vida en Beniferri más allá del Casino y el Palacio de Congresos. Y, sin embargo, al doblar la esquina del primero me encontré con el Camino Viejo de Llíria, flanqueado por huerta y alquerías por doquier. En una de ellas se ubica uno de los descubrimientos culinarios de 2015, tanto por el marco en el que recibe al comensal como por la comida que le sirve, de un nivel altísimo a un precio más que razonable. El chef Pablo Chirivella, discípulo de Martín Berasategui, ha mantenido la esencia de las viejas casas valencianas para dar lugar a un sitio mágico, donde se combinan los elementos de otro(u otros) siglo con una cocina moderna pero basada en el producto y los platos clásicos. Para mí, hoy día podría representar la esencia del restaurante valenciano por decreto, mezclando los productos frescos con innovación en las recetas de nuestros abuelos, donde caben desde arroces a pescados y carnes a la brasa. El menú ejecutivo tiene un precio de 32 euros(bebida aparte. Vaya por delante que pedimos vino, valenciano, llamado El Cordero y Las Vírgenes y que desde ya recomiendo a cualquier enópata) y genera delicias como la crema de cocido valenciano, el bonito con tomate y guindilla, el blanco y negro con habas y espuma de morcilla de arroz o la paella de alcachofas, ajos tiernos y bajoqueta. Sólo puedo calificar la experiencia de pantagruélica, animar a que llaméis directamente al chef para pedirle el plato principal que os apetezca y disfrutéis de una experiencia que ya se echaba de menos en Valencia.