Fernando Diego Fuertes

Aunque los productos de parafarmacia suelo comprarlos en otra farmacia en la que tengo tarjeta de cliente, la verdad es que los productos típicamente sanitarios como pastillas, jarabes, gotas y demás prefiero obtenerlos en este lugar, ya que salen mejor de precio, y además lo tengo al lado de casa.
Por otro lado, el local no es grande, pero tampoco es agobiante puesto que, aparte de los mostradores y una báscula, casi no hay nada más: hay espacio de sobra para que los clientes esperen su turno cómodamente. Lo que sí es grande es la rebotica que tienen, llena completamente de cajas y más cajas, y de donde consiguen sacar todo lo que les pides.
A mi hijo ya lo conocen de sobra en esta familiar y alegre farmacia. Fernando y su mujer (los farmacéuticos) se enamoraron de él desde la primera vez que fui a pesarlo allí en la báscula para bebés, y desde entonces no dejan de asombrarse de lo mayor que lo ven cada vez, y tampoco se olvidan de él cada vez que voy yo sola a comprar algunos jarabes o vacunas para él. «¡Pobrecito! Pero bueno, ya verás como se pone bien pronto, que está hecho un machote», me dicen. ¡La hacen sentir a una como en casa! Y ya sabemos que una buena atención y un trato agradable son cosas más que primordiales.
¡Y además, no cierran a mediodía! Uf, casi me olvido de ese importante detalle.