Este estanco ha sido transformado de un pequeño comercio de toda la vida con sus cosas bonitas y feas a una maravilla de local, diáfano y a estrenar. Fue llegar de estar fuera dos semanas y me quedé a cuadros de lo bonito que lo habían dejado. La verdad es que entonces me di cuenta de que le hacía falta un lavado de cara, pero su función la había ido haciendo hasta el momento a la perfección, tal y como demostraban los numerosos fumadores que dejaban su rastro de humo al salir por su puerta, así que bien por ellos y sus consumidores. Yo no fumo, lo dejé hace ya bastantes años gracias a mi fuerza de voluntad y al deporte, así que no puedo hablar de su oferta en cigarrillos(que imagino será parecida a la de los cientos de estancos). Pero de lo que sí que puedo hablar es de su amabilidad, de lo eficiente y rápidos que son y de otros productos que puedes comprar en sus escasos metros cuadrados, que dan para bastante. He ido muchas veces a comprar sobres, sellos, chicles, y recargas de gas para el encendedor del fuego de la cocina. Os parecerá una chorrada, pero estos servicios en la vida diaria también son necesarios y aquí te los solucionan a la perfección. También venden regalitos pequeños, tanto relacionados con el mundo del cigarro, como de otros mundos ajenos(tipo falleras, collares, bolígrafos y otros cachivaches del estilo). Me hizo mucha gracia una figurita de dos falleros para decorar y también tienen mecheros muy graciosos. Los dueños llevan toda la vida en el barrio y son muy amables y puntuales. Jamás lo he visto cerrado antes de tiempo o abrir tarde. Sus precios son lo que son(los impuestos por el tabaco los fija el Gobierno) y bueno, ha habido más de una vez que han tenido promociones de marcas de tabaco dentro y una amable chica te ofrecía una cajetilla de alguna marca nueva. Con el cambio apetece más entrar, aunque no creo que llegue a volver a fumar por lo bonito que lo han dejado. Aún así, ¡enhorabuena!