Halloween. Fiesta en casa. Gominolas, cócteles con granadina, disfraces. Reunión de zombies fumadores en el balcón. De repente ¡catacrac! Muerte y destrucción. Bueno, muerte no, sólo destrucción; algún zombie ha querido pasar por uno de los cristales de la puerta del balcón y lo ha hecho añicos. Tapamos el agujero con cartones, como un piso franco, y llega el auténtico terror: ¿cuánto nos costará la broma? Por eso, días más tarde, la entrada a Cristalevante es como adentrarse en la mansión de los horrores, pese a ser un local cuidado; cuanto más hermosas las piezas(vidrios tintados, con relieve y trabajadas siluetas) más miedo entra. Explico la tragedia, veo los dedos trazando operaciones en la calculadora… … y, total, son 30 euros. El cristal(nuestro balcón requiere el más básico) y la mano de obra. 30 euros. ¡Pues no era para tanto! Dos semanas de espera(lección: si tardan en daros servicio, no temáis ser pesados e insistid) y diez minutos de mano de obra impecable nos dejan de nuevo protegidos del frío. Ojalá estemos también a salvo de los ataques zombies.