Bar Che

Qualité correcte /​moyenne mais très bon accueil et ambiance authentique! Le serveur était vraiment très drôle et nous avons passé un bon moment!

Me ha gustado muuuucho la sidra 1’80 € y el pimiento de piquillo 3’15 €. El sitio me ha transportado a mi niñez pero no creó que vuelva… masssssa caro para mi bolsillo.

Es un sitio de los de antes, pide tu sidra (en vaso y sin escanciar está muy rica) … tiene buenos platos, aunque el precio es del centro, tienes que ir con regularidad y pedir lo que más te guste para picar o cenar. y así te sale mejor.

Definitivamente es LA tasca. Dejémos de lado las diferentes franquicias que nos inundan con aires caseros del norte. Bar Ché Taberna Vasca es la cuna de los buenos platos, de esas tapas sabrosas, del pan infinito, del buen vino, la compañía, la simpatía del servicio, el codo-​con-​codo.
No hay plato que encuentre pobre, todos tienen su punto, algunos de ellos porque están realmente bien cocinados, otros por los productos que utilizan y unos pocos, grandes creaciones que os aseguro que repetiréis.
¿Recomendado? ¿Quién mejor que ellos para decidirlo? Nada más llegar te dejarán dos cartas, donde en una aparecen todos los platos y en la otra los platos estrella. Haz caso a esta última y márcate un full para probar, porque todo está riquísimo.
El untado, por si no os apetece preguntar, es un cabrales fuerte untado sobre una tosta de pan, a partir de ahí va todo en caliente: callos (pilla el pan, anda), bravas (sí, bravas, no patatas fritas con mahonesa), cojonudos (si os gusta el chorizo ni preguntéis que más lleva), morcilla, fabes…
Limpieza: es una tasca, ni limpio ni sucio, pero por lo general bastante arreglado. No esperes que el camarero se pare en tu mesa para explicarte detenidamente lo que es cada cosa. En hora y media de comida no le vi parar ni un minuto, hablaba mientras se movía. Una máquina. Entre una y otra suelta alguna gracia que te ameniza la comida.
Si tienes un mal día y no sabes donde almorzar, comer o cenar, acércate al Bar Ché porque saldrás contento, bonachón, lleno y con la garantía de una cuenta muy ajustada.

Bar para el que el tiempo no ha pasado en todos los aspectos. Cocina «viejuna» tradicional vasca, croquetas decentes, empanadas muy buenas, sidra de barril super rica, bacalao a la vizcaina, trato amigable de los camareros y lugar con encanto por permanecer inalterable durante el tiempo.
De precio medio tirando pabajo pero asequible para todos los bolsillos.
Un sitio par ir de vez en cuando.

Un sitio peculiar. Al principio no nos entusiasmo
. Pero finalmente nos ha ganado por la comida tradicional y esos camareros. Simpáticos! y muy eficientes.

La primera vez que fui fue gracias al evento eyno de la croquetoruta, y la verdad es que me entusiasmó!
Las croquetas estaban deliciosas y el ambiente que se respiraba genial!
Por motivos de trabajo he ido algunas veces a desayunar y la alegría con la que te sirven ya es un aliciente.
El local como ya se ha dicho en otros comentarios es muy acertado para ser una taberna vasca, con solera además, y encuanto a las comidas aún no he tenido la suerte de poder probarlas, pero sí puedo decir que cada día hacen menú con plato de cuchara de esos que te calientan el cuerpo.

Breakfast there most mornings … Excellent coffee and homemade tapas plus a mix of Spanlish !! Great !

Me encantó!
Tan solo fuimos ha hacer unas croquetas y unas cervezas, pero el ambiente que se respira dentro es extraordinario. Es como retroceder 40 años atrás de sopetón!
Y el personal del local es lo más!
La relación calidad — precio es fantástica y aunque es un lugar sin ningún tipo de lujos, dentro te sientes como en casa. Repetiremos seguro seguro!
Es uno de esos lugares «da luju» !!!

Esta muy bien. La chistorra está de muerte. Y los Cojonudos tambien. Si es por tapa clásica y bien hecha el sitio es muy bueno. Atención «simpática» y rápida, que se agradece. Decoración básica, clásica y antigua, pero no en su mejor expresión.
Vale la pena por eso de las tapas clásicas y productos. Sigo llendo de ves en cuando.

No os perdáis su sidra de barril, la mejor de Valencia, y si me apuras de España! (a excepción del Norte, lógicamente).
Cualquiera de sus tapas caseras son sabrosas, pero su plato combinado número 3 aúna varias de mis favoritas: pimiento relleno, bacalao a la vizcaína, croqueta y albóndiga, que solemos completar con morcillas d Burgos y empanadillas, más un par de sus postres caseros (ése arroz con leche… mmmmm!) y el resultado es dos personas saciadas y felices por 15 € p.p. Mis abuelos ya iban con mi padre y seguimos la tradición :)

sitio tradicional con servicio muy profesional donde las tapas o los menús llenan los ojos a los q entramos con hambre, comida sin pretensiones visuales pero muy muy ricas… destacar el bacalao, los caracoles, los cojonudos y la chistorra. buen precio

Bueno pues anoche nos acercamos los de siempre y la triste realidad es que me sorprendio para bien, no voy a repetir lo que todos han comentado, es la tipica trasca de los 50, si entras con esa idea y ese gusto comeras muy bien, el servicio, atentos de verdad, precios de ahora con calidades de antes, cuidado, no confundais, cuando digo de antes no significa en ningun momento que sea peor, en este caso supera a muchos restaurantes, bares etc etc y mucho mas caros, nos sentimos agusto y bien atendidos y aconsejados respecto a lo que pedir y saborear.
Tal vez la añoranza de la peseta y de aquella vida mediocre nos llevo a disfrutar de la noche, de la compañia, del servicio, del lugar, en un lugar agradable, con buena comida y mejor servidoos.
Lo recomiendo
Pd: profesionales por amor a su oficio, que dice mucho de eso y de querer hacer las cosas bien

Quedamos los amigos de toda la vida, que hacía tiempo que no nos veíamos, y acabamos comiendo en el Ché porque mi amigo Óscar conocía este sitio, el cual yo no había oído nunca hablar de él… Ahora ya no se me olvidará.
El bar parece antiguo cuando entras, pero qué más da si está limpio y se come de PM! Empezamos con las rutinarias jarras de cerveza y las bravas de turno. Después pedimos una ración más y un plato combinado cada uno. El plato era brutal! El mío era merluza a la vasca, pero iba acompañado de su huevo, choricete, morcilla, patatas… Muy rico.
Después vinieron los postres y me ganaron con la cuajada. Pocos sitios te sirven este postre. A mí me ganan cuando me lo ponen.
El precio es acorde a lo que comes, ni caro ni barato. Lo que comes lo pagas y punto. Me pareció normal.
A ver si vuelvo pronto porque la verdad disfruté mucho este sitio.

La España anterior a los años 50. Cierro los ojos, imagino que estoy en esa época y cuando los abro lo único que me hace caer en el 2012 son los «smart phones» de los comensales de mi derecha (bueno y el mío que está en el bolso, y acabo de hacer Check-​in en Unilocal). Todo lo demás es retro y muy español, entre José Luis López Vázquez y Ozores. Me encanta como están distribuidas las mesas de madera, algunas parecen pequeños «camarotes» y tienen mucha intimidad, y las de la sala del fondo tienen manteles de cuadros verdes y blancos como las de la casa de la abuela del pueblo de muchos españoles.
El servicio es impecable ¡son tan simpáticos! La verdad es que en Valencia no estamos muy acostumbrados a tanto jolgorio por parte de los camareros y para mi es un lujazo. El chico nos contó que cogieron el testigo del restaurante a sus padres, que venían de Lekumberri (Navarra) y la especialidad en cocina del norte se quedó entre sus fogones, claro. Hay un menú de mediodía buenísimo con un montón de platos para elegir, y de cuchara, como toca: potaje, habas con jamón, carne en salsa, lentejas, cocido, macarrones, arroz al horno, fabada, purrusalda (plato típico vasco-​navarro a base de verduras) y un eterno etcétera. Cocina española, y vasca tradicional, hecha con el mismo cariño de una madre o una abuela. Las raciones son generosas y los precios al alcance de los bolsillos más humildes.
Recomiendo este sitio a todos los que gusten de locales clásicos y con mucho encanto a buen precio. A mi me sorprendió y no dudo de su éxito a través de muchas más generaciones.
¡¡Ah, el otro día pasé a la hora del almuerzo y vi un bocata de tortilla de patata con pimientos que me chillaba desde la mesa! Iré a por él en breve…

Mi madre es del País Vasco, así que cómo no iba a planificar una visita a esta taberna cuando la descubrí por casualidad. En primer lugar debo decir que el nombre me mosqueó un poquito, ¿a qué viene eso de Che, que más bien es valencianote o en su defecto guerrillero? Empero, decidí darle una oportunidad y organicé una kedada de amigos para investigar el local. Nos recibió un camarero muy majo y la decoración nos gustó mucho. Leída la oferta de la carta todos mis miedos sobre un hipotético híbrido absurdo se esfumaron y disfrutamos con diferentes platos extraordinarios, regados con unas cuantas botellas de sidra. No nos privamos de nada, vaya, así que después cuando llegó la cuenta el susto no fue tal, pues asumíamos que el local no iba a ser lo que se dice barato y que tampoco nos habíamos cortado demasiado tratando de abaratar.
Escribiendo esto estoy pensando que ya va siendo hora de organizar un nuevo encuentro en esta taberna vasca con los colegas, eso sí intentando economizar un poco más, que los tiempos no son buenos para el cuplé.

El tiempo no pasa por esta taberna en casi ningún sentido, ya que la apariencia del local, su carta y la actitud y aptitud del servicio es igual desde hace al menos 15 años, cuando el establecimiento no figuraba entre las recomendaciones de alguna de las guías turísticas más importantes.
El local tiene ya un punto decadente que, lejos de reforzar la autenticidad del local, le quita un poco de valor a la propuesta culinaria del Ché, que no por barata no es suculenta: buen bacalao al pil pil, morcilla con arroz, croquetas, empanadillas de pisto… las tapas del local no suelen defraudar.
A destacar sus curiosos bancos separados por parabanes que hacen las veces de mesa y su extraordinaria sidra de barril, seguramente la bebida expendida por un local de sabor añejo.

Al entrar en esta taberna uno cree encontrarse en medio de un sueño de Antonio Resines. En primer lugar porque parece haber retrocedido en el tiempo unos cincuenta años, en segundo lugar porque uno de los camareros es igual que Jesús Bonilla, y en tercer lugar porque estos vascos son más Valencianos que tú y que yo.
Mezcla de ambas culturas, la Vasca y la Valenciana debido a los años que el dueño del local vivió en aquellas tierras, La taberna Che es un lugar entrañable y familiar, de decoración a la antigua usanza con tablones separando las mesas y una caja registradora que es una joya por sí misma. Lo primero que debes hacer mientras esperas que te den mesa es pedirte una sidra de barril, buenísima, y si la acompañas del típico plato para picar entre tanto, que se compone de una empanadilla y una croqueta caseras, mejor que mejor.
A mí me encanta ir a comer porque suelen tener un menú barato y casero, a base de sopas, potajes, paella, todo muy bueno.
Claro que también está bien para cenar de picoteo o a la carta, la chistorra sobre fuente de habitas o el bacalao a la vizcaína son algo fuera de serie.
Tanto el trato al cliente como el servicio es excelente.

Cerrad los ojos (pero antes acabad de leer esta primera frase) e imaginad una taberna vasca. Pues lo que veais es lo que os encontraréis en el Bar Ché Taberna Vasca.
Fui una noche a cenar y la verdad es que sus tapas me hicieron recordar el sabor de la cocina de mi abuela y, encima, pagando poco más de lo que me costaban las delicias de la señora Encarna (nada, gratis, cero…). Vamos, que encima me pareció un sitio barato. Por favor, por favor, y no os levantéis de la mesa sin un postre casero.
Se nota que llevan años en el negocio en el buen trato que dispensan. De todos modos, aún tengo una espinita clavada: disfrutar allí de una comida, no cena, porque los platos que he podido leer que ofertan cada vez que paso por la puerta le hacen a uno hasta querer aprender vasco para dar las gracias.

Alentados por las críticas que habíamos ido leyendo por internet, nos acercamos a la Taberna Ché, una tasquita vasca en Reino de Valencia con una decoración muy maja y una pinta muy buena desde el exterior.
Nada más sentarnos el camarero nos estuvo dando conversación y animándonos la noche (la verdad es que ninguna queja en cuanto al trato del personal, son todos híper agradables), un par de sidras de barril y empezamos a pedir: croquetas caseras para abrir boca, chistorra con patatas y huevo, unas tostaditas con queso untado, morcilla de arroz y chipirones en su tinta.
La sidra está buenísima, mejor incluso que la que te escancian directamente de la botella en muchos sitios, las croquetas deliciosas, la chistorra escasa, la morcilla también, el queso aceptable y los chipirones bastante buenos.
Lo malo, el precio, excesivamente caro para la cantidad de las raciones.
Se llena, así que hay que llegar temprano para coger mesa, mucho turista en el local, quizá por eso los precios sean más altos de lo normal.
Ambiente agradable para ir en plan grupo de amigos, los camareros muy majos, la comida buena, la sidra deliciosa, pero se suben con los precios y escatiman con la cantidad.