Uve Ele

El «UVE ELE» es mi amigo Francis. Tío peculiar donde los haya. No conozco nadie al frente de un bar más buena gente que este hombre. En un «cacho pan».
Este sitio es otro de los supervivientes del barrio de Los Remedios. Ya no queda casi nada de su época de esplendor. Yo lo conocí a través de Carmen, la hermana de Antonio, el dueño. Entonces yo trabajaba de encargado en el «Huyy!», un bar de copas de la zona de Reina Mercedes y Carmen era clienta mía.
En mis día libres solía ir al «VL» y me pasaba las horas y horas jugando a los dardos y charlando con Francis.
La última vez que he estado Francis me ha comentado que la cosa ya no es lo que era y que aunque todavía quedan muchos clientes como que volvemos de vez en cuando, ya no se vende ni la mitad de la mitad que antes.
Me di cuenta de a lo que se refería cuando después de servirme un ron, sacó una lata de Coca-​Cola y me dijo, «con eso tenemos para dos copitas… hay que economizar»
¡Qué mala está la cosa… pero aún así pienso seguir volviendo ;-)

Cómo te dría yo. El VL es un bar de copas que tuvo un éxito tremendo cuando Los Remedios se erigió en el barrio por antonomasia de la marcha sevillana.
— Y, ¿qué tiene este bar que no tenga otros?
A simple vista, nada. No tiene nada especial, ni es nada del otro mundo. Además, es muy chico. La barra y poco más.
— Y, ¿por qué tuvo tanto éxito?
Por Antonio, su dueño. Un pedazo de relaciones públicas como yo no he conocido a otro, con una sonrisa de oreja a oreja perenne en su cara. Buenagente, buenagente, a tope. Un tío como no hay dos.
El bar se ponía a reventar como sucedía con otros muchos por aquél entonces, y la gente tomaba la calle como improvisada terraza del local. Después, con el tiempo, se fueron calmando las cosas y quedó como lo que es hoy, un bar de copas de toda la vida –porque para un bar de copas, aguantar veinticinco años es toda una vida-​, donde relajadamente tomar la copita y echar el rato con los amigos, la novia, o solo, que para todo hay gente.
En pleno éxito del VL, Antonio montó El Tamboril, en el barrio de Santa Cruz, otro negocio que también arrasó pero que murió por razones vecinales. Por aquel entonces, su hermano Francis se puso el frente del VL, y ahí sigue el tío.
El VL perdura, con el bueno de Francis, y es increíble ver cómo pasa el tiempo para todos, con sus vaivenes, y algunas cosas, e incluso personas, permanecen inamovibles, como en una burbuja.