Entramos por entrar. Aquello de «moda joven» era un reclamo para que la juventud de la zona no se quedase fuera. No sabía muy bien qué tipo de tienda era, sólo que desde el escaparate se veía que tenían muchas cosas. Era un local bastante grande. Una vez dentro me di cuenta de que se trataba de un comercio chino de ropa. No sé si era de esperar. Tanto en el tipo de ropa como en la calidad de éstas me recordaba, y mucho, a esa cadena de ropa familiar andaluza: El Rubio. Era prácticamente igual; quizás lo único que lo diferenciaba era que sus dueños de ojos rasgados estaban todo el tiempo hablando o gritando en un oriental«perfecto». Era como un mercadillo pero techado. Tenían de todo y a bajo coste, aunque he de reconocer que con algunas cosas se pasaban bastante con el precio. La variedad está presente en los zapatos; hay un montón, sobre todo de chica –joven-. Los chicos como suele ocurrir nos tenemos que conformar con un pequeño pollete en el que mal colocados tenemos como mucho diez pares para elegir.