La primera vez que crucé el umbral de esta papelería regresé al pasado. A mi infancia en Madrid, los ratos en la panadería de mi abuela y las visitas a la papelería vecina, en busca de un lápiz, un cuento o unos recortables. Fue el olor del lugar, a no sé qué ¡menudo poder tienen los olores para transportarnos! Además es que esta papelería parece de aquella época, podría recrear una película de los años ochenta y solo sería necesario adecuar la prensa y el vestuario de la dueña. El mobiliario es antigua y ahí continua cumpliendo su función, unos cajones que de nuevo me llevan a la tienda de mi abuela y a su cámara de refrigeración de mitad de siglo, donde estaban los«flas»!!! Sandra es vecina del barrio y regenta este comercio desde hace quince años. Conoce a todo el vecindario y les habla con amabilidad. Así, a media mañana llega un hombre ya mayor, con su paso corto y pausado y le dice«anda, dame algo para entretenerme». Ella le da un cuadernillo como de pasatiempos y el hombre se despide con su paso lento y el desgaste del paso del tiempo. Aquí se vende prensa, artículos de papelería, regalitos, libros –sobre todo de literatura infantil-, postales de felicitación, pilas, una radio… Y por supuesto, libros de texto cuando llega la vuelta al cole.