Me acababa de comprar un pantalón de verano, me lo había puesto apenas un par de veces y ya teníà la cremallera rota. Comprar en la tienda más barata de Sevilla en rebajas es lo que tiene, que las cremalleras saltan casi por defecto. Arg,…, en dos días nos íbamos de vacaciones y sólo tenía un pantalón, junto con el de la cremallera rota, muchas faldas, pero sólo dos pantalones y uno no contaba. Mis habilidades para coser, no es que sean nulas, es que no existen. Parece ser cosa de otra época. Mi madre no estaba en la ciudad. No conocía a nadie que pudiera hacer una arreglo de cremallera. Llamé a mi madre para ver si podía darme algunas indicaciones. Me compré hilo y aguja y me lancé a por ello. El resultado fue un desastre, así que me convencí de que no. Coser no era algo que estuviera a mi alcance. Así que me tiré a la calle en busca de alguna tiempo de arreglos de ropa, y al cruzar la esquina la encontré. El Pespunte. Me atendió una señora muy amable que con aparente paciencia aguantó toda la historia del pantalón, de la cremallera y de mi primera experiencia como costurera. Cogió el pantalón y me dijo que sin problemas lo tendría listo para irme de vacaciones. La mañana de irnos pasé a recogerlo. Aquello era una cremallera de verdad, ¡qué bien!