Paco, el mismo que nos atendía en el vegetariano La Mandrágora, ha transformado su reconocido negocio en una pequeña, pero especial tienda de vinos y delicatessen. Este hombre que sabe de lo que habla, tiene una larga experiencia como enólogo y se nota que disfruta con ello. Ha impartido cursos en distintas organizaciones como universidades, escuelas de hostelería y también organiza cursos para grupos, según la demanda que se plantee. Él me dio a conocer su denominado«vino de la felicidad», el Jurançon, un vino blanco de sabor extraordinario, que fresquito con un buen pescado está pá llorar. La primera vez que fui pensé que el precio sería el problema, por la especialización y exclusividad, sin embargo hay una gama bastante asequible de productos. El espacio es una obra de artesanía en sí mismo, fruto del esfuerzo y dedicación de este Paco. El suelo construido con la madera de las cajas, las estanterías de diseño propio o esa especie de aplique lleno de corchos de botella, que no es nada pero que mola tanto!!!
Laura S.
Classificação do local: 5 Sevilla
La Mandrágora era único en Sevilla. Para quienes íbamos a este restaurante familiar donde siempre salías con una sonrisa y con ganas de probar en serio eso de hacerse vegetariano, el cierre del restaurante vegetariano ha supuesto una pérdida importante, pues ir a comer a La Mandrágora, no era ir a comer a un restaurante cualquiera. Se trataba de un local pequeñito regentado por Paco, que daba el servicio, y su mujer, que cocinaba los exquisitos platos y postres. Ir a la Mandrágora, que únicamente abría jueves, viernes y sábados era como volver a casa. Tenía su clientela fiel, que cada semana se pasaba a comer el hojaldre de calabacines, el salteado semicrudo de verduras o la ensaladilla hecha con mayonesa sin huevo, el pudin de chocolate al vino oloroso o el tiramisú, todo con una limonada hecha por el mismo Paco. El restaurante llevaba abierto años, y había pasado por varias reformas realizadas con la finalidad de conseguir un ambiente acogedor. Lo habían logrado. Al entrar había apenas cuatro mesas en las que se desarrollaba una historia de amistad de años entre ese cliente y Paco. Paco, es un persona que no aburre, que entabla contigo rápidamente una conversación que puede prolongarse durante años, sintiéndolo siempre cerca, como un amigo al que vas visitar una vez por semana. Sus historias siempre son dignas de ser escuchadas, y los apuntes que te pueda hacer sobre cualquier aspecto del mundo, diferentes. Es una persona sabia, al menos con ese grado que da la experiencia. La Mandrágora como restaurante cerró, pero ha dejado paso a una tienda de conservas y vinos situada en el mismo local donde estaba el restaurante, y del mismo nombre. Paco proporciona en su tienda vinos que el mismo trae de Portugal, Francia, y que rara vez se encuentran en tiendas, que incluso siendo especializadas en vinos, tienen un perfil más abierto que La Mandrágora. Paco vende vinos especiales, con historias, para gente especial, y eso se nota, y se agradece que te reciba, y te cuente cómo trajo el vino, y dónde fue a por él, y porqué ese vino y no otro, y con qué comerlo, y cómo lo hicieron, y a quién conoció en el viaje. Junto a los vinos, conservas de calidad.
