El Baúl

Sin llegar a ser un «Todo a 20 duros» puro y duro –qué antiguo eso de los 20 duros, ¿no?-, Esperanza y Miguel llenaron El Baúl de objetos de regalo y utensilios necesarios para el buen funcionamiento de la casa y la oficina a unos precios más que reducidos.
Después, los chinos desembarcaron con su invasión pacíficoeconomicaempresarial, no sólo en el barrio de Bami, sino en toda Sevilla, y en toda España –siempre con todos mis respetos hacia los chinos, a los que admiro por su entrega al trabajo y por ser un gran pueblo. ¡Qué diplomático!-… Algunos negocios similar al suyo no pudieron con la competencia asiática, pero ellos supieron mantener el tipo. Aunque ésa, es otra historia…
Centrándonos en lo que nos tenemos que centrar, El Baúl es de esos comercios en los que, cómo entres, sales con algo más de lo que ibas buscando. Eso, a priori, no es ni bueno ni malo, sino todo lo contrario.
Un poné: Tú pasas por la puerta, distraído, en tus cosas, y, de repente, ¡¡flash!!, te acuerdas que necesitas un cuaderno para apuntar la nueva receta de pollo al chirimoyo que te va a pasar tu madre. Inocente, pasas el umbral de la tienda, y sales con el susodicho cuaderno, un boli de cuatro colores, un rotulador de pizarra de cocina, la pizarra de cocina, un delantal monísimodelamuerte para tu santa madre –hoy es su cumpleaños y se te había olvidado-​, y un disfraz de princesa que necesita tu niña para la función teatral del colegio. Y más contento que unas pascuas.
Y es lo que digo yo. Que hay negocios en que los que te venden algo más sin tú darte cuenta: felicidad. Ahí es nada.