Cuando se tienen tres bodas en un espacio temporal de tres semanas, es decir, a boda por fin de semana, tres semanas seguidas, léase, tres fines de semana seguidos con boda, además de suponer la posible quiebra técnica del fondo de ahorro de la pareja, si es que había de eso, y de significar igualmente, el hipotecar tres fines de semana en celebraciones, con mucho gusto, también hay que decirlo, hay que pensar en aquellas cosas imprescindibles cuando una se pone un vestido en la primera boda y piensa repetir vestido la segunda y la tercera boda. Una de esas cosas necesarias, como saber reinventarse una misma, es tener a mano una tintorería de confianza de la que tirar para tener listo el vestido. Por que si algo termina con cubatas encima, se beba o no se beba, además de la parte de abajo del vestido de la novia, suele ser tu vestido, el mío, el de todas. Es el lunes tras una boda cuando salta la idea, «¿dónde llevo esto ahora?», pensar en este tipo de cosas hay gente que lo hace con más habilidad, la habilidad que dan el paso de años y la experiencia, lo que yo suelo hacer es acudir al consejo de mi madre, pero si resulta que mi madre vive fuera de Sevilla, y resulta que los tiempos no casan, acudí al consejo de la madre de Alberto, y su consejo fue Alda, la tintorería debajo de su casa. Así fue y así hice. Muy satisfecha con el resultado, las fotografías en las que aparezco boda tras boda con el mismo vestido dan fe de ello. Buen precio.