Partamos de una base común: desde hace unos años la comunidad hostelera se ha dividido. Por un lado, una vanguardia de restaurante se ha mimetizado con las formas urbanas dando lugar a los temidos miniplatos de espuma de foie adornada con esmirlas de cebolla. Por otro lado, un grupo de hosteleros románticos, se ha mantenido fiel a los principios que esgrimimos los amantes de la caña sobre barra de metal. «El Valorio» como lo llamamos cariñosamente, es uno de los más fieles representantes de este segundo renacimiento. Le voy a dar tres datos que le convencerán como público externo, y por último un redoble de platillos que le exigirán, en caso de verse por la zona, acercarse a disfrutar de sus manjares. 1. Cantidad: La cantidad de comida del Valorio es ingobernablemente grande. A cualquier tamaño medio de un plato en un restaurante hay que sumarle un 25% aprox. Dato empírico, el pincho de tortilla es bastante más alto que mi taza de café con leche. 2. Carta: Cuando vamos a un restaurante de barra de metal, queremos que, ya sea recitada o leída, la carta disponga de una serie de platos estándar, además de alguna sorpresa. Con mucha inteligencia, El Valorio dispone de una carta«rápida» con la habituales tapas y bocadillos, además de una carta«de salón». Por si fuera poco, están dispuestos a escuchar cualquier barbaridad que quieras poner entre dos trozos de pan y prepararlo. 3. Calidad: Cierto, sus carnes no vienen de granjas argentinas, pero probablemente vengan del mercado de la Guindalera, en curiosa simetría con los restaurantes de barra de metal. Y menos mal. Si buscas unas bravas, serán bravas tal como las esperas. Un bocadillo de tortilla no te sorprenderá si no es lo que buscas. Y un plato de croquetas de jamón contendrá sólo croquetas rellenas de jamón. Sé que parece una obviedad, pero no lo es. En resumen, es mi restaurante favorito de la zona al que voy al menos cada viernes, que ya se ha convertido en parte del rito turístico al que llevo a nómadas que visitan la zona cercana a Ventas, aunque sea por orgullo propio o por darle dinero a sus maravillosos dueños, que siempre atienden con una sonrisa y una conversación. Gente humilde y amable que se merecen también vuestra visita. Espero que os guste.