La selva de tubos metálicos, enormes piezas de maquinaria, motores y así, me asustó un poco cuando entré. No esperaba algo así. Ningún ser humano a la vista. Al poco tiempo, una chica salió de la oficina. Y un surrealista diálogo se estableció entre nosotros. Yo: Hola, buscaba un ventilador. Chica: ¿un ventilador para qué? Yo: Pues para el calor, un ventilador que tire aire. Chica: ¿Pero lo quieres cerca de una chimenea o algo? Yo: No no, es sólo para airear el ambiente. Chica: Ah, en el comedor de tu restaurante, imagino… Yo: No, si no tengo un restaurante, es sólo para el piso donde vivo. Chica: Pero, a ver, explícame para qué lo quieres exactamente. Yo: pues no sé… mm… Y así siguió un ratillo la conversación, hasta que conseguí hacerme entender(no sé cómo, la verdad, porque mis explicaciones eran cada vez más torpes y me llegué a agobiar bastante). El caso es que la chica tuvo una paciencia increíble y, finalmente, me hizo una fotocopia del catálogo de los ventiladores de pie. Aunque tenían lo que buscaba, entendí que el negocio está especializado en máquinas más grandes y sofisticadas, para locales y eso.