Singapur

Todo el mundo tiene un chino de confianza y al lado de casa. Yo no iba a ser menos y Singapur es el mío. La primera vez entré atraída por el nombre, ya que Singapur no es China y, sin embargo, el local no lo podía ser más. Su aspecto exterior algo destartalado levantó mis sospechas sobre su calidad, pero aún así me arriesgué y el resultado fue tan óptimo que, desde entonces, acudo asiduamente a comer exactamente lo mismo cada vez: arroz tres delicias, rollito primavera y gambas con chile picante. Aunque haya querido variar alguna vez y arriesgarme con los tallarines, siempre acabo pidiendo estos tres platos, sea cual sea la ocasión. En parte porque me gusta mantener ciertas costumbres o porque he creído dar con la fórmula del éxito, pero no hay quien me haya hecho cambiar de opinión, con lo que, a pesar de haber ido muchas veces a este restaurante, mi opinión sigue siendo algo sesgada.
De cualquier modo, con la mención de parte del menú se deduce que es un chino de los de antes, esto es, que no resulta tan fiel a la comida china original (creo que no tienen ni siquiera empanadillas al vapor, aunque esto tendría que comprobarlo) sino más bien a los antiguos chinos tres delicias adaptados al gusto ibérico o, al menos, más «occidentalizados».
Son muy simpáticos y rápidos, incluso los jueves, viernes y sábados por la noche, cuando el local se llena. A pesar de todo, siempre hemos encontrado sitio, ya que es bastante grande y cuentan con una segunda planta en penumbras que supongo habilitan si es necesario. El precio es más que asequible (mi menú habitual cuesta 14 euros, por ejemplo, aunque no pido alcohol, eso sí) y las raciones son copiosas. No llevan la comida a casa, al menos que yo sepa, pero sí es posible recogerla en el local, cosa que en ocasiones de catarro o cansancio extremo he hecho.