Segunda visita, las dos veces con el menú Catalina de 29 € + bebidas. El salmorejo espectacular. De los mejores de Madrid. Excelente el toque de la uva. Ensaladilla rusa de la buena, de la casera, con bonito y huevas de salmón. Un detalle feo, que te ponen la misma cantidad seáis cuatro o cinco. Luego croquetas de bacalao con tinta negra, buenísimas, crujientes y cremosas. Acompañan el plato calamares rebozados, caseros pero no sobresalen. Por fin el arroz, las dos veces hemos pedido el Madrileño, con pulpitos y calamar. Muy, muy rico, pero no llega a la excelencia de un sitio especializado en arroces. Si bien es cierto que lo que publicitan como especialidad es su paella valenciana. Los postres caseros muy ricos, notables pero no excelentes. La tarta de queso sin más. Mejor la de zanahoria. El ambiente muy agradable, los camareros muy atentos, todo bien en cuanto al servicio. Volveremos a repetir.
Avelino C.
Classificação do local: 5 Madrid
Celebración familiar en QUESIQUIERESARROZCATALINA, la arrocería que comparte local con el Palacio de la Misión en pleno Paseo de la gastronomía de la Casa de Campo. Aprovechando que celebrábamos un cumple, y que llevábamos casi un año sin pasar por allí, propusimos este sitio para celebrar el evento y de paso comprobar cómo siguen. Nueve personas, dos de ellas niños. Encargamos paella valenciana para siete pero, gracias a la generosidad de las raciones, los peques comieron sin problema y aún sobró. Hay que tener en cuenta que este sitio abre de viernes a domingo(y los festivos), y sólo dan el servicio de comida. Aquí nadie pide a la carta, tienen dos menús, el «Menú Catalina» por 25 euros, compuesto por unos entrantes y un arroz a elegir a mesa completa(paella valenciana, arroz a banda, arroz negro, etc.), y el «Menú sorpresa» a 40 euros, también entrantes y arroz a escoger. Ambos incluyen el postre y el café, pero no la bebida que se paga aparte. Nosotros elegimos el menú de 25 euros, que es el más popular, y el que aconsejan ellos mismos. Fuimos un sábado y había boda, por lo que no nos acomodaron en el claustro con el techo acristalado del Palacio, sino en la terraza cerrada de madera anexa al edificio. Personalmente prefiero el claustro, sin embargo aquí también estuvimos muy a gusto. Pan de barrita tipo«rústico» recién horneado y, de aperitivo un cuenquito de ali-oli, unas almendritas tostadas y aceitunas arbequinas. Todo rico, excepto el ali-oli, con demasiadas horas de cámara. A continuación una crema fría o caliente, a elección del comensal, purrusalda o salmorejo. Probé ambas y las dos estaban muy sabrosas, a cual mejor. Ensaladilla rusa; estaba sabrosa, pero guardo mejor recuerdo de la que nos pusieron en nuestra primera visita. De los entrantes lo mejor fueron los calamares a la andaluza, fritura delicada y nada grasienta y las croquetas de jamón, con un rebozado nada pesado y un interior casi líquido, para comerse una docena. Y finalmente vino la paella valenciana, como manda la tradición de la Albufera, con arroz, verduras, pollo, pato y caracoles. Estaba extraordinario. Ración abundantísima, repleta de tropezones, y con un punto del arroz perfecto, poco frecuente en las arrocerías de la Capital. Pasó la prueba del algodón, pues le gustó hasta a mi suegra que, como ha sido cocinera, es difícil de contentar cuando salimos a comer con ella. De postre cayó algún brownie y algún tocino de cielo. No nos parecieron nada del otro jueves, pero hay que reconocer que a esas alturas apenas nos entraba más comida. Buena carta de vinos, a precios moderados. Nuestra elección fue un verdejo Viña Narcisa, servido perfecto de temperatura. No dejan la botella en la mesa pero están atentos a rellenar. Servicio atento y menaje y mantelería de categoría. Con la bebida salimos(rodando) a unos 30 euros por barba. Muy buena relación calidad-precio. Siguen en forma. Nos fuimos diciendo que tenemos que pasarnos por aquí más a menudo.
Lolo R.
Classificação do local: 5 Madrid
Quien me conoce bien, sabe que me pirro por un buen arroz. Mis abuelos han veraneado desde siempre en Valencia, y yo con ellos, así que tengo cierta querencia por la paella valenciana, una especialidad que –hasta que llegó este restaurante– no había sido capaz de encontrar(lo suficientemente rica) en la ciudad de Madrid. De hecho, ante la consabida pregunta de «¿y dónde como paella?» solía mandar a mis queridos amigos visitantes a la estación de Atocha. No con la intención de comer arroz, sino con la intención de coger un AVE para plantarse en 90 minutos en la capital del Turia. Pero el otro día tenía que celebrar mi cumpleaños, y la verdad es que tras leer la reseña de Avelino, me quedé con muchas ganas de ir. Éramos cinco adultos y dos pequeñuelos, y comimos muy divinamente. Hay dos menús a elegir, al menos los fines de semana: ambos constan de una serie de entrantes y luego un arroz a elegir, que normalmente encargas antes(recomiendo encarecidamente ir con reserva, porque el restaurante estaba lleno). Yo había pedido paella valenciana, y nos terminamos decantando por el menú Di que sí(40 €), que me pareció muy correcto(el otro menú cuesta 25). He de decir que comimos los cinco adultos(y picotearon los dos niños) y que nos quedamos divinamente. De los entrantes, es imposible no destacar los boquerones(¡cómo estaban los boquerones, por favor!) o la fritura, que trae unas kokotxas deliciosas, calamares a la romana y unas fantásticas croquetas de pollo. Había más cosas(emulsión de aceite de oliva, ensaladilla rusa…) y todas ricas, la verdad. Luego llegó el momento del arroz, en este caso hecho con conejo y pato(!), y he de decir que estaba ESPECTACULAR. Comimos creo que dos platos cada uno, y yo personalmente me quedé con la sensación de haber comido lo suficiente: no me quedé lleno, como me suele pasar con la paella normalmente. Así que terminé la comida encantado. Poco me hacía prever que me quedaba aún lo mejor, los postres. Nos ofrecieron natillas, flan y tocino de cielo, y pedimos un poco para compartir. Nuestro error fue, simplemente, no pedir más natillas: si bien todos los postres estaban buenos, lo de las natillas era espectacular, de chocolate, con una galleta María encima, todo rociado con purpurina comestible… Un escándalo de lo riquísimas que estaban, y eso que estuvimos a punto de no pedir. Finiquitamos con café y con licores a cargo de la casa, y la verdad es que la comida fue perfecta. Los camareros estuvieron muy bien, se acercaron a felicitarme al acabar el servicio(¡era mi cumple!) y el jefe de sala se acercó también a preguntar si todo estaba bien o si tenía alguna sugerencia de mejora. No, desde luego que no la tengo. El restaurante está enclavado en el Paseo de la Gastronomía de la Casa de Campo, entre otros muchos restaurantes de postín, y dentro del Palacio de la Misión, un edificio construido al más puro estilo de un palacio cacereño. ¡Ahí es nada!