Restaurante sencillo, de barrio, de comida casera y camareros de toda la vida. Desde hace un par de años nos juntamos un buen grupo para celebrar las vacaciones de Navidad allí. Somos un poco ruidosos, sin embargo esto nunca ha sido un problema para el local. Además, la zona de la barra está ligeramente aislada del comedor(que tendrá cabida para unos 40 comensales aproximadamente). Siempre pedimos arroz con bogavante y al ser un grupo numeroso nos traen la perola a la mesa y nosotros ya nos vamos sirviendo, es casi como estar en casa, vaya. También destacaría el pulpo a la gallega, que está impresionante. En cuanto al surtido de postres, las tartas no son caseras pero las filloas sí, y se nota, están muy buenas. Tienen un licor de crema que hacen ellos mismos y no tiene nada que envidiar a los de las marcas conocidas, merece la pena. Si estáis por la zona y no sabéis dónde comer… este sitio es una opción.