Lidl

La apertura de este Lidl hace unos meses supuso una fiesta y un fenómeno pop para el vecindario: pasé por delante en el momento de la apertura y hordas de ciudadanos lo abarrotaban y compraban sus productos que, por otra parte, a mí me parecen de una calidad un poco regular (no hay más que leer las etiquetas de ingredientes).
Sin embargo, sí tienen una cosa que no encuentro en los otros establecimientos del barrio: yogur griego desnatado. Por ello, cada semana peregrino hasta él para comprar mi cubo de yogur, pero ahora ya no hay tantas hordas, sino más bien un eco atroz en un establecimiento enorme completamente desangelado a primera hora de la mañana (supongo que por la tarde se llenará más).
Sin embargo, lo que sí se está convirtiendo en una seña de identidad del lugar es lo secos que se ponen en la línea de cajas. Esta misma mañana he llegado a una a pagar mi yogur y, sin previo aviso, me han dicho de forma un poco desagradable que estaba cerrada; entonces me he puesto en la única otra caja abierta, ha llegado otra señora, y la misma persona que treinta segundos antes me había deflectado le ha dicho que pasara por allí. ¿En qué quedamos? Y la semana pasada algo parecido; yo entiendo que no sea el trabajo más agradecido del mundo ni las 9 de la mañana la mejor hora para cobrar un yogur griego, ¡pero no es mi culpa! Claro que el ambiente de trabajo tampoco parecía ayudar, porque mientras esperaba en la cola esta mañana había gente chillándose de un lado a otro del local. Sinceramente, poco que ver con otros supermercados de la zona en este aspecto.
Muy bien su yogur griego desnatado, pero si no fuera por ese manjar es probable que no volviera. Llevan a gala y exhiben públicamente que han sido elegidos mejor supermercado del año durante un lustro en España y confieso que no sé cómo lo han logrado.