Hay sitios que uno descubre de una manera peculiar y de la mejor manera posible, osea, a puerta cerrada. En mi caso fue con una cata de vinos(yo no bebo vino!) y cena organizada por un compañero del trabajo que tuvo lugar en la Pasteria. ¿Qué decir? Soy un cateto integral en lo que a pasta se refiere. Mi definición de buena pasta era una boloñesa con tomate de bote, así que os podéis hacer a la idea. Pero hay algo que si tenía claro. ¡La pasta fresca es mucho mejor para una boloñesa! Y si de algo saben en la Pastería es de pasta fresca… Tanto que ellos hacen in situ y a la vista del cliente la pasta fresca de cada turno, y sólo congelan(hasta un máximo de 3 días) la pasta que rellenan de ingredientes perecederos. Os podréis imaginar el reto que tenían conmigo cuando me comentan que vamos a tomar pasta con salsa de savia y mantequilla o de queso y yo sólo puedo pensar en una boloñesa(sí, soy un pesado, pero es que el plato de pasta que más me gusta!)… Mi chica me mira como diciendo«no me seas melón y prueba todo» y yo pongo cara raras… Hasta que me traen una foccacia de setas y trufa que hace que se me salten las lagrimas y decido dejarme llevar… A partir de ahí Panzerotti de calabaza y Ravioli de ricotta y espinacas servido con salsa de mantequilla, salvia y parmesano de perder el sentido y luego el plato fuerte, la maravilla, unos fettuccine terminados de cocinar dentro de una rueda de 20Kg de parmesano reggiano previamente rallado para que se funda el queso al contacto con la pasta caliente que hacen que tenga que sacarle fotos a todo el proceso, al plato, y poco más que a mis lagrimones de felicidad al comerlo. Repitiré… seguro. Y no sólo para comer, sino para hacerme con pasta fresca que venden aparte para mi dichosa boloñesa! :P