La Flecha

La flecha es de esos locales que cuando entro me recuerda a mi infancia. Tiene una decoración que aparenta ser un sitio con un poco de nivel, madera, barandillas doradas… un poco anticuado, pero muy bien conservado. Tiene un amplio salón para comidas, meriendas, cenas. Tienen una gran barra por si lo que quieres es tomar una cerveza (con un aperitivo) y también tienen la zona que yo más frecuento, la pastelería/​panadería.
El pan de este lugar está muy bueno, bien es cierto que es mucho más caro que en otros sitios de la zona (baguette 0,95 €). Tienen muchos pasteles y dulces para merendar, bizcochos artesanales, palmeras, bambas de nada, donuts… Y en temporada unas torrijas muy buenas.
Si estás por la zona y se te antoja tomar algo, comprar el pan o comer, aquí lo tienes todo :)

Cuentan las ancianas del lugar que La Flecha lleva siendo Flecha desde los albores de la humanidad… Una cafetería muy típica de la zona que lleva muchos años en pie. Un clásico setentero que aún pervive. No busques mariscadas ni deliciosos entrecotes. De menú del día o sandwiches de jamón y queso con huevo.
En mi proyecto personal de encontrar la palmera de chocolate perfecta, del 1 al 5 le doy un 2. No la recomiendo. Blanda, chiclosa, revenida. Una pena.

Pues sí, amigos, el ambiente es rancio pero yo también, así que os digo que estéticamente este sitio me encanta; tiene cierto regustillo a pub inglés de piratas mezclado con una boîte con actuación de Rafaella Carrá, pero es más para comerse un sandwich mixto que para echar unos bailes en la pista. Además, a uno se le empiezan a acabar las opciones para comer en los alrededores de San Camilo y, teniendo tanta familia en tan malas condiciones de salud, cada día frecuento más la zona, ¡yo que nunca fui al Keeper ni al Catedral en mi tierna juventud! En el Doblón sí estuve, pero me obligaron violentamente.
Pero volvamos a lo que nos traemos entre manos: si obviamos ese ambiente y la elevadísima media de edad del público que acude en desordenadas masas a ocupar las mesas durante toda la tarde con su café con leche y su suizo (cosa muy legítima por otra parte), el menú del mediodía de aquí me ha convencido más que el de otras opciones de los alrededores. De primero pedimos unas lentejas estofadas que estaban muy buenas a pesar de que se echaba de menos un poco más de sustancia (y con «sustancia» quiero decir «jamón y chorizo»); de segundo yo pedí unos calamares a la plancha con ensalada que estaban bastante bien, y la otra persona pidió un filete a la plancha con ensalada que no sé cómo estaba pero era más grande que el plato y del que no sobró nada, así que lo deduzco. De postre la otra persona pidió un café, pero yo pedí los pastelitos variados porque tienen pastelería propia y había visto que hablaban muy bien de ella: pues es verdad, estaban increíbles, aunque mira que ponerme solo tres viendo que estoy en edad de crecimiento…
En cuanto al servicio, nos atendieron dos personas diferentes: la primera, muy agradable, no paraba de despotricar por lo bajo de la segunda, que tenía una pachorra tremenda y atendía a todo el mundo con desgana y unas muy evidentes ganas de estar en cualquier otro sitio. Qué le vamos a hacer, a mí tampoco me gusta visitar tanto San Camilo.
Como nota curiosa, os diré que vi por lo menos a dos personas con claros parecidos con personajes diferentes de «Los Soprano», lo cual es un punto a favor en cualquier caso.

Enorme cafetería… Y nada barata!
Se trata de un clásico del Barrio de Salamanca (¿no se llamaba esta cafetería Manila antes), y es una monstruosa (por grande) cafetería repostería, restaurante, con claras reminiscencias ochenteras. Está como estaba cuando lo abrieron, tal cual.
El café y la bollería está muy rica (solo he desayunado), pero el ambiente es ciertamente rancio, moviéndose entre los ejecutivos solitarios que leen el periódico por la mañana, y los grupitos de señoras que van a merendar y a echar la tarde, ya más avanzado el día.
En general, un local muy válido, pero con muy poco encanto fuera del clasicismo

Lugar con cierto regustillo (regustazo…) rancio donde los haya, y no hace falta entrar para darse cuenta, porque ya sólo por fuera lo presientes. Parece sacado de la serie «Cuéntame…».
Aquí vienen muchas «señoras del barrio Salamanca que meriendan en corrillo», pero también sirven comidas, un poco de todo, tengo entendido, porque he de decir que nunca me he sentado a comer, por lo que no sé cómo se las gastan.
Lo que sí he probado es el pan y la repostería, ya que lo mismo que meriendas te lo puedes llevar a casa. Y muy rico, oye. Pero ya, no le busques tres pies al gato… Si tienes menos de 40 años (y no eres del barrio), yo creo que no se te ha perdido nada aquí.