La gracia y el salero andalú deben haberse quedado en la otra sede de la Antequerana en Madrid, o aquí más que rocieros o coloristas deben de ser de los de Semana Santa seria y penitente, o de flamenco desgarrado. Lo digo porque la sensación al entrar es la de un forastero entrando al Saloon de Dodge City. Puede que haya llegado en mal momento, que se les haya quemado un mollete en la cocina o que sea el día de vuelta de las vacaciones, todo razones de peso comprensibles. En cualquier caso, el silencio del local, a pesar de las dos parejas que ya había en su interior y la mirada fija y seria desde el mostrador de la cantinera producen escalofríos. Superado el rictus inicial y concentrándonos en la carta, debo reconocer que el concepto del mollete no está mal y que sirven buenas cañas de Alhambra, aunque la tapa no es ni tan generosa ni tan vistosa como la de otros comentarios que he leído de su sede de Tetuán.