El padre de Kirikata es Arzábal, ya toda una referencia para recetas tradicionales reinterpretadas a base de productos frescos y. Con con este restaurante — no puramente — japonés, los gastrónomos se acercan a un concepto nuevo donde las culturas de la barra y del restaurante se fusionan en un ambiente sorprendente. Muy discreto y minimalista desde fuera llama la atención lo oscuro que parece al entrar. Todo en negro es la iluminación estratégica que lleva la mirada hacia el bar, y eso con toda intención porque ofrecen una gran selección de bebidas y cocteles como anuncian en su página web. Para una comida informal de mediodía me parecía demasiado frío y oscuro. Tampoco hay terraza en la calle estrecha. Para llegar al restaurante los camareros nos acompañaron al comedor, franqueando una espesa cortina y bajando unas escaleras iluminadas por una impresionante estantería-bodega iluminada. En el salón siguen mandando el negro y el dorado, pero de una manera agradable y acogedora. Las butacas y los sofás invitan a instalarse y olvidarse del tiempo(Sin luz de día es verdaderamente fácil). El servicio es amable y atento y el chef de sushi prepara sus especialidades ahí mismo con una delicadeza artística. Lo bueno es que la carta revela que no solamente hay especialidades japoneses, alguna receta fusión o toque novedoso sino también un apartado plenamente español. Así podemos volver con los amigos que no son amantes del pescado crudo. Como aviso: la carta con los precios está online, para que no haya sorpresas a la hora de cerrar la cuenta.