Una noche latinera, estaba yo con unos amigos y nos entró un hambre terrorífico. Así que, como hacemos normalmente, nos encaminamos hacia L’isola bella de Latina. Con tan mala suerte de que ya había cerrado. No nos lo podíamos creer. ¡Pero si nos moríamos por un poco de grasa en el cuerpo! Típico momento en el que darías tu reino por un trozo de lo que fuera, porque estás hambriento. Cuando el terror se hubo apoderado de nosotros, alguien dijo las palabras mágicas: «yo puedo llevaros a una hamburguesería que está abierta 24 horas, pero hay que ir hasta Tirso de Molina». Con los ojos como platos, me giré y espeté «¿pero puedes asegurarme que está abierta?». Y él me dijo«bueno, a estas horas, cuando voy de camino a mi casa, está abierta». Así que hasta allá que nos fuimos, con más miedo que vergüenza. Yo en lo único que pensaba era en algo sólido entrando en mi estómago, que lo necesitaba a muerte. Cuando llegamos, para nuestra algarabía, estaba abierta. Pedimos bien de hamburguesas por todos lados, y yo me esperaba de aquello lo peor. No nos dejaron comérnosla dentro(por lo visto, a partir de determinada hora, solo pueden servir para llevar) así que nos fuimos a sentarnos a la plaza. La hamburguesa no decepcionó para nada, y estaba mucho mejor de lo que yo me esperaba. Vale que tenía hambre(muchísimo) y que eran casi las tres de la madrugada, pero con esas premisas no era el trozo de plástico que me tomé en otra ocasión. Se lleva, obviamente, una estrella más por las horas. Que por fin en Madrid conseguimos que haya algo donde comer a según qué horas, porque madre mía: qué oferta tan pobre para una ciudad que duerme más bien poco.