Hiber

A pesar de una publicidad un tanto populista sobre las esencias madrileñas de la empresa, el Hiber es un supermercado como cualquier otro, aunque con algunos puntos muy fuertes que hacen de él un referencia obligada para las compras cotidianas.
Afortunadamente aún siendo 100% madrileño encontramos algo más que callos, rosquillas y melones de Villaconejos. En realidad se trata de una empresa procedente de la Sierra de Madrid, creo que en torno a Comenar Viejo. Con el tiempo se han ido expandiendo llegando hasta la capital.
Escasea la marca blanca, que está representada por el Grupo Unide y La Despensa. Abundan más las primeras marcas de referencia, que contribuyen a encarecer la cuenta. Pero el que busca la marca blanca yo creo que tiene claro a dónde ir. Por esa razón, con la cantidad y variedad de supermercados que hay en el barrio, el Hiber no es uno de los más frecuentados, pero mantiene algunos fijos como yo y a los turistas del hotel de la calle de enfrente, que nunca faltan.
Y sin embargo existe al menos una excelente razón para acudir cada semana para hacer acopio de algunas cosas. Me refiero para acabar con el suspense, a los lácteos. No conozco ningún otro supermercado normal en Madrid que tenga la calidad de los yogures artesanos que aquí se ofrecen. No dejen de venir para comprar los yogures naturales, de vainilla o cereza «Mivaca» o los yogures de cabra y vaca «Suerte Ampanera» procedentes de la sierra. Yo ya solo me alimento de ellos. También hay leche fresca «La Colmenareña» que tiene reconocidos fans.
La carne también es de nivel con el sello de calidad de la ternera del Guadarrama aunque en una buena carnicería de mercado se encuentre una calidad similar o mayor.
A modo de conclusión, mientras en el Hiber me sigan haciendo creer que me encamino a la vaquería de la sierra a por leche recién ordeñada seguiré siendo uno de sus fieles seguidores.

Lo que me llamó la atención de este supermercado fue la frase en la fachada que rezaba «Empresa 100% madrileña», así que, aunque ni vivo en el centro ni hago la compra, me entró curiosidad y entré.
Me recordó un poco a los supermercados Ahorramás, aunque estaba sospechosamente vacío. En cuanto a precios, la verdad es que no me pareció barato, acostumbrada al Mercadona de mi barrio. Y con respecto al trato, apenas estuve diez minutos dentro, pero me topé con dos mujeres: la cajera, que fue muy maja, y una señora en la frutería que, alarmada por mi colega que prácticamente metió la nariz en unos fresones con una pinta increíble, nos preguntó con mala cara que si queríamos algo.
Un plus que tengan baño público, porque me vino de perlas.