Geriasa

Mis experiencias con este tipo de sitios siempre son oscuras y truculentas; no en vano me recuerdan muchisimo a «Los renglones torcidos de Dios» de Torcuato Luca de Tena. En esta residencia ha pasado mi abuelo poco menos de dos semanas y no tiene pinta de que vaya a volver, aunque no por la propia residencia, pero creedme que, si yo tuviera uso de razón y me metiesen allí, me lo pensaría muchísimo.
Porque sí, el ritmo moderno de vida, las ocupaciones de tus hijos y resto de familiares, la imposibilidad de valerte por ti mismo… Mirad, aunque encontrase una única razón que no apestase para verme aparcado el resto de mis días en una institución de este tipo, no tengo claro que eligiera esta mientras la economía me lo permitiese. Porque es privada y cuesta lo mismo que un hotel de muchas estrellas, pero las instalaciones son como las de uno de pocas: bastante avejentadas, con luces que no funcionan, habitaciones pequeñas, austeras (amén de compartidas en muchos casos) y sin aire acondicionado, personas aparcadas en sus sillas de ruedas en los pasillos, una evidente falta de profesionales (no de profesionalidad)… Por localización está genial, justo enfrente del hospital universitario Gregorio Marañón, pero por instalaciones y equipo le gana por goleada la residencia de mi abuela (la de la otra rama), que está bastante más lejos pero mucho más nueva y con mucha más gente, a la que también se ve más motivada que a la de aquí.
Sinceramente y manqué me pese: no, no es el sitio que yo elegiría para mí; en el caso de mi abuelo era inevitable porque el resto de opciones eran inmanejables, pero a mí no me ha gustado nada.