Definitivamente la que se ha convertido en mi floristería favorita de Madrid por el trato, por el tipo de flores, por la atención, por el exquisito gusto de cada uno de los complementos que ponen a la venta: fanales, velas, vidirieras, macetas… Llama la atención le despliegue de flores y plantas que colocan en la calle, invadiendo con un verde que es vida las inertes baldosas de una calle que si no fuera por Fransen et Lafite carecería del más mínimo atractivo. Estos dos chicos saben hacer ramos de flores frescas que difícilmente encontrarás en otras floristerías y son una apuesta segura de belleza y originalidad. Aunque si, como yo, eres de los que prefieren plantas con sus raíces y sus macetas para que perduren en le tiempo –si tienes mano y paciencia– tienen también una variedad curiosa de plantas a muy buen precio. Gusto exquisito y atención a la par.
Óscar H.
Classificação do local: 5 Madrid
Que pena que no le pueda poner seis o siete estrellas porque bien se las merece. Llegué a esta tienda porque un amigo de Córdoba había visto en ella unos fanales enormes para su belén napolitano. Ya por fuera la tienda es bastante bonita, una entrada amplia franqueada por flores, plantas(peonías, frambuesos, etc.), y algún arbolillo(linomeros y frutales). Y por dentro … la tienda es «buen gusto» y mucho más grande de lo que aparenta, pues tiene tres salas a diferentes alturas. En la planta de entrada tiene principalmente las plantas, y las flores cortadas con las que realiza los«bouquets» florales. Además de macetas, floreros diferentes, etc. Las otras dos plantas que están a diferentes alturas tiene sobretodo artículos de decoración, entre ellas unas velas perfumadas encerradas por fanales, que tienen unos aromas increibles… vela con olor a pan recién horneado. Estuve un rato hablando con el dueño que es la persona que prepara y monta esas maravillosas composiciones florales. Muy agradable, me comentó que sus productos vienen de Holanda, flores y artículos de decoración… y debe ser cierto, pues en el hotel que me alojé en Amsterdam la ultima vez que estuve, me enamoré de un jarrón que curiosamente el tenía metido en un fanal. Diez sobre diez.