Paseando por mi calle hace muchos años ya, un simpático joven me invitó a conocer el gimnasio y dar una clase de lo que yo quisiera gratuitamente. Siempre me había llamado la atención la danza del vientre y considerando que era lo menos deportivo de todo lo que me ofrecían, pensé que no incurriría en ningún delito en mi ley de no hacer esfuerzos más allá de los derivados de conseguir una cerveza o parar un taxi. Engañé a una amiga y allí nos plantamos las dos dispuestas a ser Shakira. La clase fue genial, me encantó la profesora y su paciencia, muy campechana y consiguió que moviera las caderas desincrutando años de inmobilidad voluntaria. Después nos enseñaron todo el gimnasio, las instalaciones y nos sentaron a darnos la chapa con las ofertas, matrículas, etc… Habían ganado una batalla pero no la guerra, una cosa es que me guste una clase de danza del vientre y otra que vaya a pagar 60 euros al mes por el resto de instalaciones que no tocaré ni con un palo. Pero debí dejarle herido el corazón, por que desde entonces y de eso hace 3 años, recibo llamadas de este agradable joven en las temporadas clave para verse gordo, verano y después de navidades. Lo que no le comenté al chico es que gracias a él me gusta la danza dle vientre y voy a clase semanal en el ayuntamiento, por 30 euros el trimestre… A lo mejor saber eso les hace ofertar clases sueltas