El Anciano Rey de los Vinos

Un bar ubicado en frente de la catedral de Madrid con una terraza muy chula. El camarero fue muy majo y los platos muy ricos.
Las tapas que venían con las cervezas eran muy grandes y de buena calidad.
Pasamos un buen rato en el bar.

El Anciano Rey de los Vinos me encanta. Me parece un sitio que lo tiene todo: buena comida, precios razonables, camareros majos, ubicación buenísima, tapas generosas, materia prima… La verdad es que llevo yendo unos meses y sigo sin encontrarle un «pero».
Hoy hemos pasado un rato muy agradable con mi familia de visita, y los amigos que han venido a estar con nosotros. Entre vino y vino y caña y caña las horas se nos han ido volando, pero en ningún momento han dado señales de querer echarnos ni darnos nada de prisa — y eso que el sitio, tanto por dentro en el salón que fuera en la terraza, estaba de bote en bote toda la tarde (sábado de buen tiempo, y además día festivo).
Ponen tapas ricas y generosas como los callos madrileños, mejillones, patatas con boquerones, tostitas con jamón y salmorejo, y un gran etcétera. Destaco muuuuucho el plato especial de la casa: regalitos de rabo de toro, BUENISÍSIMOS! Sólo vienen 4 al plato así que pide otro. Y otro. Y otro más.
¿Qué más? Oh sí; hay vermú de grifo. Ya. No me falta nada más.

No se debe poner cinco estrellas sin haber probado todo lo que un local ofrece, pero la verdad es que salí tan contento de este con la expectativa tan baja que traía que me he venido arriba. A un colega y a mí se nos antojaron ayer unas torrijas, pero teníamos como requisito que fuera un sitio cercano al centro porque íbamos al cine y había que apurar. Investigando un poco, leí que aquí te ponían unas torrijas acompañadas de un vino dulce, así que lo propuse y triunfé.
Porque este sitio es de esos que pasas por delante pero nunca entras porque no llaman la atención más que otros, y encima estando donde está piensas que va a ser una trampa para turistas de las peores; sin embargo, no fue esa mi impresión. Al llegar pregunté por las torrijas y, efectivamente, nos las ofrecieron con el vino dulce en vaso de chato casi a rebosar. Estaban bastante buenas a pesar de ser yo más de las de leche que de las de vino, y se dejaban acompañar muy bien con el dulzor del brebaje.
Por otra parte, el personal fue terriblemente diligente en el servicio a pesar de tener que atender la barra, la terraza y una fiesta privada que estaba empezando en el salón interior, lo cual me sorprendió gratamente; pero lo más sorpresivo fue que, a la hora de pagar, no sentí que me arrancaran ningún órgano interno sino que me pareció todo justo.
Todo esto que digo es prueba fehaciente de que, a veces, las apariencias engañan; la próxima vez que esté por la zona probaré a consumir otra cosa aquí, a ver si se mantiene la magia.

El Anciano Rey de los Vinos is the «Elder King of Wines» and has been around since 1909. We stopped here to relax after visiting the Royal Palace and Almudena Cathedral which are just across the street.
We sat on the terrace, and if you do, you should still definitely take a peek inside which has some beautiful traditional décor and craftsmanship.
With our drinks they brought out some complimentary snacks of olives, cocktail onions, and pickles, plus tapas of bread with ham and tomato (
).
We didn’t order much, but the waiter was quite attentive keeping our water glasses topped off while we munched a bit, enjoyed the weather and the view and sipped our beer and wine.

El sitio es genial para tomar el vino de la casa (Somontano de su propia marca) con unas aceitunas verdes camporeal.

Taberna castiza mítica en Madrid, a la que no falto en Semana Santa para tomar torrijas, aprovechando que Madrid está vacío y si hace buen tiempo acompaño la visita por un paseo por sus alrededores, el Palacio Real y la Almudena.
La tradición empezó hace muchos, muchos años con mis padres, que iban a tomarse un vinito algunos domingos de rastro, o un café, que preparan a puchero y sabe a café de los de antes.
Las tapas están increibles, tienes a elegir entre las típicas que ponen en cualquier bar o algunas más cuidadas como los regalitos de torito, que es una pasta brick rellena de rabo de toro con un pimiento del piquillo. Suena raro, pero sabe bien. La caña sale algo cara, unos dos euros con cincuenta, pero el sitio tiene tanta solera y tantos recuerdos entre sus cuatro paredes que vivir en Madrid y no visitarlo debería ser pecado.

No sé si este mito madrileño (más de 100 años le contemplan) me gusta tanto por ser una taberna tan buena o por ocupar un lugar grato y lejano en mis recuerdos. Al lado vivían mis abuelos paternos y muchas veces me llevaban a la Plaza de Oriente a jugar. De vuelta, pasábamos por aquí y mi abuelo se pedía un vino dulce con un pestiño y me daba un poco.
No me apetecía mucho volver para no romper el hechizo del recuerdo, pero un día acabé entrando. Y, claro, no pude resistir la tentación de pedirme un vino dulce con un pestiño… Qué rico. Soy más de salados, pero casi se me saltan las lágrimas.
No comí nada más, pero un parroquiano pidió empanada de bacalao con pasa y tuve que hacer una nota mental para la próxima vez.

Para mí el nombre no era muy atractivo, porque me sonaba a que era una tienda en la que vendían vino, nada más.
Un día por fin entré a este local que lleva abierto desde 1906, aunque por supuesto ha sufrido distintas remodelaciones para mejorar sus instalaciones.
Puedes probar unos magníficos callos o unos ricos chopitos, o bien puedes ir a algo más moderno unas delicias de morcilla con manzana.
Lo que más me sorprendió, la gran variedad de vinos.
Una de sus especialidades es tomar vino dulce con un pestiño o con una torrija.
Merece la pena probarlo.

Está situado justo en frente del Palacio Real. Es un taberna tradicional madriñela en donde se pueden degustar una amplia variedad de vinos nacionales acompañados de generosas tapas. La especialidad de la casa son los vinos dulces de Alicante que sirven acompañados de galletas, y el vermut de grifo. Ideal para tomar un aperitivo en fin de semana después de pasear por el centro de Madrid.