Le voy a plantar tres estrellas porque la verdad es que el personal fue encantador. Encantador, aunque reconozco que estaban todos un tanto perdidos y era difícil a veces conseguir la atención de uno, por lo que las«cervezas y tapitas» que pretendíamos tomar se nos eternizaron un poco a causa de que nos tiramos más de media hora sentados, con las cervezas puestas, pero sin poder pedir la comida. Empezaré diciendo que no me gustó nada la decoración. Demasiado dibujito en las paredes, las plantas que hay como enredadas en las lámparas no me parece que queden muy bien y yo, personalmente, estaba sentado en una especie de banco construido con palés bastante bajito que lo hacía muy incómodo. Después de pedir las cervezas y la comida, se unió un tardón a nuestra mesa, y me costó un triunfo conseguir que le trajesen un tenedor y un cuchillo. Solo queríamos picar muy por encima, así que pedimos unas patatas bravas que estaban ricas, pero que llevaban una salsa que bien parecía tomate simplemente(no picaba nada, uno de los peores crímenes que se pueden cometer contra las bravas); un pulpo a la brasa que estaba durísimo y unos huevos rotos que eran de todo menos huevos rotos: la yema estaba echa tortilla, estaba tan frita que estaba totalmente cuajada. La de los dos. En condiciones normales eso se hubiera ido de vuelta a la cocina, pero como tardaron un triunfo en traérnoslo, decidimos encomendarnos a las deidades, hacer la vista gorda y comérnoslo. Optamos por no pedir más comida.