Caffé d’Italia

Mira que no me gusta dar menos de 3 estrellas a los sitios pero cuando no se puede… no se puede.
Viernes, 15:20 de la tarde, me esperan en esta terraza que se encuentra en una de las salidas del metro Estrecho.
Tomamos unas cervezas — «Hola, ¿tienes Mahou? — No — ¿Qué cervezas tienes? — Amstel — ¿Y de grifo? — Amstel — Vale, ponme una Amstel…» y queremos comer algo pues tampoco vemos nada mucho mejor alrededor, no tienen cartas, nos cuenta el camarero-​intuyo dueño– que llevan esperándolas un mes, así que miramos lo que tienen en unas pizarras por la fachada.
Embutido, alitas, wraps, tostas, bocadillos. La variedad no es excesiva.
Pedimos una ración de lomo ibérico, que cuesta algo menos de 8 €, un bocata por un lado y dos tostas para compartir. No apunta nada.
Llega el lomo, está bueno, nos quedamos satisfechos.
Llega el bocadillo, tiene pinta normal, en pan de chapata, no hubo quejas.
Llegan las tostas, primero la de salmón, queso brie y orégano, y después cuando esperábamos la 3 quesos… aparece la «ahumada» que es de bacon, queso y tomate. No es la que hemos pedido, pero la aceptamos.
Al rato salió el camarero que nos había «cogido» la comanda a pedir disculpas y decirnos que nos trae la otra, insistimos en que no.
Están buenas, la única diferencia con el bocadillo es que el bocadillo tiene dos trozos de pan, pero el pan es el mismo. Ninguna maravilla, pondríà la mano en el fuego a que es congelado.
No hay nadie en el local, la terraza apenas tiene 3 mesas, incluyendo la nuestra, y en las otras se están tomando cafés, el camarero-​dueño se dedica a estar en una de las mesas fumándose un cigarro, la imagen no es muy buena. Luego le vi sentado tomándose un café en otra mesa.
Como broche final fui al baño en el cual no había ni jabón, ni papel higiénico, ni papel para secarse las manos.
Nos invitaron a un chupito.
En mi mesa se pudo oír «Luego nos extrañamos cuando abren negocios y no duran 3 meses».