Esta bonita cafetería se encuentra dentro del edificio del Instituto Francés de Madrid. Está abierta al público y dispone de un salón amplio muy sobrio, con mobiliario blanco, flores en las mesas, fotos de monumentos parisinos en las paredes, y una terraza patio interior que en veranito se está muy bien aunque pega fuerte el sol. La verdadera pena de este sitio es el servicio. Están un poco distraídos y se hacen un follón con la cuenta. He de decir que la mayoría de las veces, cobran de menos. La verdad es que no dispone de desayunos típicos, fuera de la tostada con mermelada o la barrita con tomate. El resto son bocadillitos que estando buenísimos, son un poco caros. Y bollería que la verdad es que está muy buena. En general el sitio no es nada barato. Tienen algunos platos particulares como la tortilla de puerros que está im-presionante. En general me gusta pero hay que tener en cuenta que elegir a veces cuesta un poco por lo extraño de su carta.