Puede que, cuando pases por delante, te parezca el típico bar de abueletes. Pero una vez que entras en La Pequeña, descubres que es uno de los mejores bares de Madrid, y que puede llegar a convertirse en tu favorito. El sitio es pequeño, pero merece la pena. Los precios son muy asequibles. Tienen tapas abundantes y comida casera. Y lo de las copas es un espectáculo: nada de garrafón, servidas en vaso de sidra y por un precio genial. También tienen minis. De jueves a domingo el sitio siempre está a rebosar de gente joven que empieza la noche en La Pequeña. Los dueños son un encanto y atienden a toda velocidad. Además, son muy atentos, y cuidadito con intentar montar gresca dentro del local, porque te mandan a freír espárragos. Ellos quieren que la gente se sienta cómoda, y el ambiente que se respira en el local es fantástico. ¡Repito siempre que puedo!