Una vez cada diez años. Este es el estigma que la DGT imprime a nuestras vidas cuando establece la caducidad del carné de conducir. Tanto es así, que cuando lo comentas entre tus amigos notas cómo cuchichean y te tildan de viejo. Mientras que te sacas el carné mientras eres todavía un pipiolo(19 tiernos añitos tenía yo); tu primera renovación viene con la treintena. O con la veintena ya larga, lo que hace que tus amigos te vean como un extraterrestre del otro mundo. Algo solo comparable a cuando tu DNI pasa de renovarse de diez años en diez años, en lugar de renovarse cada cinco. Hay algo en ti que te dice«ya está, esta es la cara con la que me voy a quedar. Para toda la vida». El caso es que por segunda vez en menos de dos años, y todo por una regla absurda que siguieron a rajatabla en el lugar anterior donde fui a renovármelo –ante la sorpresa conjunta de la persona que me renovó el carné esta vez y, sobre todo, del médico que me operó de miopía – . Esta vez, sin embargo, salí visiblemente más contento con el trato que e habían dado en Adna, que fue el lugar donde acudí esta vez. Primero pedí cita por teléfono, y tenéis que saber que suelen estar bastante hasta arriba, así que llamad con tiempo. Ellos se ocupan de todos los detalles, y desde hace unos años ya no es necesario ir a tráfico(BIEN!) sino que te envían la licencia de conducir directamente a tu casa. Después de hacerme las preguntas pertinentes, y de recabar la información necesaria, la doctora me hizo una fotografía, esta vez con el iPhone, algo que me congratuló bastante teniendo en cuenta que la vez anterior, en otro sitio, me la habían hecho con una webcam, y yo tenía una pinta horrible. Luego me miró la vista, y al final me hizo el psicotécnico en sí: ese jueguecito con dos mandos en el que tienes que evitar a toda cosa que dos bolas se salgan del camino, moviéndolas a izquierda y derecha, y que cuando llevas un ratito, te das cuenta de que no hay manera de evitar que se caigan constantemente y eso pite sin parar. ¿Alguna vez alguien lo ha hecho perfecto?”, pregunté yo interesado; «no, y si alguien lo hiciera pensaría que es un extraterrestre», me respondió la doctora. Sinceramente, yo también. Le pongo cuatro estrellas porque, aunque el centro no es nada del otro mundo e incluso es pequeño, y los precios son más o menos los mismos que cualquier Centro de Reconocimiento de Conductores, es la primera vez en mi vida, tras veintiún años de carné, que me han hecho un psicotécnico. En el resto de clínicas, simplemente, habían pasado hasta ahora. Así que, por fin, he conseguido que me hagan la prueba por la que infructuosamente he pagado en varias ocasiones.