Lo primero que pienso cuando veo esta playa es: gracias por existir, mar Mediterráneo. Cómo el mar cambia el paisaje, los colores, los olores, y en este rincón de Alfaz del Pi, es simplemente espectacular. Mis bisabuelos por parte de madre eran de Callosa d’En Sarrià, un pueblecito minúsculo situado en el interior de esta zona de Alicante. Cuando mi madre era pequeña veraneaba ya aquí con mis abuelos y nos cuenta que solo había un chiringuito(ya desaparecido), El Raspalló, y nada más: mar y piedras. El mar y las piedras no han cambiado tanto, salvo que numerosas tumbonas y sombrillas de alquiler las«decoran» a lo largo de la costa, desde el rinconcito de la bahía y hasta casi llegar a Altea. Pero esta playa conserva el encanto de unas aguas frescas(mucho más que la de Valencia, no sé por qué), limpias, de azules celestes preciosos, con bancos de peces a cada metro, profundidad y belleza. ¡Y todo gratis! Esperando a que miles de turistas y lugareños lleguen para disfrutarla. En cuanto a instalaciones no le falta de nada. Tiene varios socorristas, a lo largo de la playa, en sus torretas de madera oteando las aguas llenas de nadadores y barcos. También hay patinetes de esos para familias y niños, con toboganes y a pedales. Hace siglos que no cojo uno, pero cuando mi hijo crezca un poco me voy a tener que sacar un bono para el verano. Hay barecitos enfrente, pero ya no está el Raspalló, ese se lo llevó el tsunami«crisis» y aún estoy llorando. Pero bueno, algún día resurgirá algo de las cenizas que merezca la pena, fuera de sitios para guiris y comida internacional, que está rica pero no es de la tierra. Las tumbonas son caras, si vas un día y vienes de lejos, y te apetece estar cual lagarto guay, pero si no no les sacarás partido, mejor toalla y a masajear tus espaldas con las piedras. Hubo un tiempo en que vendían melón, bebidas y hasta masajes tailandeses y chinos por la playa. Esos mercadillos ambulantes han pasado a mejor vida o a sus países de origen, nunca lo sabremos, pero hace un par de años que no se les ve el pelo ni se oyen sus berridos: ¡colaaaaaaaaaaa, servvesssa, melón, agua! Aún retumban en mi cerebro, que conste. Yo seguiré viniendo muchos años porque es uno de los rincones más bellos de la costa alicantina. Me gustaría coger una goma del estuche y borrar algunos hoteles y edificios, pero ya sabéis, tendremos que convivir con ellos. Me conformo con que no hagan más monsters de cemento de los que ya hay y tenemos que soportar. Albir forever.