Altamente recomendable. Estuvimos comiendo allí para celebrar el nonagésimo cumpleaños de mi abuela. Es increíble, 90 años y sigue con ganas de salir a celebrarlo… me gusta. Magnífica atención por parte de las camareras. Estaban pendientes en todo momento de nosotros, revisando si faltaba algo y preguntando si estábamos conformes con los platos… pero no en plan agobiante, sino con simpatía y tacto para tampoco resultar molesto. La comida realmente exquisita. Pedimos unos entrantes para compartir y no falló ni uno sólo… croquetas caseras, terrina de mollejas y setas, ensalada, chipirones… todos bien cocinados y presentados. De postre un brownie delicioso y tambien pude probar un sorbete de manzana que resultó delicioso y refrescante. De segundo elegí presa ibérica y estaba deliciosa, como el resto de platos pedidos. Extensa carta donde elegir tanto en entrantes como en platos principales, así como en vinos. Como colofón te traen varias botellas por si a algún comensal le apetece tomarse un chupito… o dos… o tres… o cuatro… los que desees, ya que dejan las botellas en la mesa. El local bien decorado y limpio, quizás un poco agobiante por falta de espacio, pero estábamos practicamente solos así que no tuvimos queja al respecto. Baños limpios e higienizados. Sobre lo que no puedo opinar es sobre el precio ya que era la yaya la que pagaba por su cumple, pero por lo que vi en la carta no había nada desorbitado para la calidad del lugar. Sólo una pega puedo ponerle a este día, y para nada achacable al propio restaurante. A pesar de haber pocas mesas llenas nos tocó en la mesa de al lado a un hombre que debía querer entablar conversación con el resto de comensales del restaurante, aunque ya se encontraba acompañado, porque su forma de hablar a gritos, sobre temas a veces no apropiados para un sitio donde no estás comiendo solo nos molestó a veces, y en ningún momento le importó ni nuestras malas miradas ni nuestros comentarios al respecto. Aparte de ese ligero contratiempo, por lo demás ¡¡¡chapó!!!