Hacía tiempo que quería ir a Casa Manolo, por las buenas referencias. Este fin de semana coincidió que estábamos por la zona y que le dieron una estrella Michelín, así que nos animamos a probar. Situémonos: restaurante elegante y caro, ambiente exquisito, chef con estrella Michelín, cocina creativa y de nivel. Pese a ser un espacio amplio, pocas y grandes mesas, para estar a gusto y con intimidad. Detalles minimalistas en la decoración y vistas a la playa de Daimús. Servicio atento, cuidado hasta el último detalle(desde la vajilla y cubertería a la música). Pero a un restaurante así se va a comer bien, a tener una experiencia gastronómica distinta del menú del día o las tapas en una terraza y ahí es donde hay que dar la talla. Parece que el chef se orienta a recrear platos de la cocina tradicional, dándoles un toque vanguardista y personal. Pero para mi gusto se queda a medio camino. Veámoslo. La comida empezó con un aceite ecológico de Millena y pan. Buen aceite y buen pan, pero al fin y al cabo pan y aceite. Venía acompañado de un chupito de crema de calabaza con aceite de canela y ralladura de limón. Suena exótico, pero era simplemente crema de calabaza con un toquecillo original. Después una minúscula(de unos 3 – 4 cm. de diámetro) coca con jurel y otras exquisiteces. Rica. Pero un bocadito de coca, no supo a nada. Y unos buñuelos(en realidad uno solo) de brandada de bacalao con all i oli, que se parecían mucho a la clásica croqueta de bacalao, pero en fino. Tras esto una panna cota de coliflor(si eso existe) con pulpo seco y caracol de mar. Quizás lo más original de la comida. A continuación los únicos platos consistentes: huevos con sardinas(un revuelto de huevos, patatas y alguna sardina; la clásica sartén de patatas a lo pobre pero sin sartén y para ricos), canelón relleno de garreta(no muy distinto del canelón relleno de pollo o foie de toda la vida) y ventresca de atún(buena, pero atún a la plancha, sin excesiva ciencia). De postre una exquisita torrija con helado de leche. Una buena comida, todos y cada uno de los platos se disfrutaron, pero te dejan con un cierto sabor a estafa. Por lo minúsculo de las raciones(lógico, era un menú de degustación), porque pese al nombre no eran sino pequeñas variantes de platos de siempre, y porque nada justifica el precio: 60 € por persona(con dos cervezas, agua y café). Lo peor: la lentitud del servicio. No sé que ocurría, pero las demoras entre plato y plato eran insufribles. Nos costó dos horas y cuarto comer, pese a que pedimos un menú. En resumen, un sitio donde se come bien, sin ser deslumbrante, pero a un precio que no guarda relación con la calidad de los platos. Hay mejores opciones por ese precio y menús igual de atractivos por la mitad del coste. Parece ser que entre semana tienen un menú de 18 €. No sé si tras el estrellato lo mantendrán. Quizás sí merezca la pena comer el menú diario, pero desde luego los 60 del menú de degustación(variente pobre, hay otro por 70 + bebida y café) repito que no están justificados.