Lo conozco desde que era niño y he visto su evolución desde venta popular a restaurante, en ambos casos, siempre destacando por su calidad y su buen servicio. Cocina casera y de la zona, productos frescos, precios razonables y un servicio cercano y eficaz. Te puedes dejar guiar sin problemas por los camareros sobre sugerencias y cantidades. Durante las comidas el restaurante es más caótico, con un flujo constante de playeros que vamos a comer. Si buscas algo más tranquilo, mejor para cenar. Eso sí, encontrarlo la primera vez no es fácil: la venta se encuentra en medio de la nada. Mejor si te dan indicaciones antes. A parte de cualquier pescado de la zona, no te pierdas el cazón y las albóndigas con tomate y pide un vino blanco de Cádiz. Vale la pena reservar algo de espacio para un postre casero.