Entras y parece un bar normal, tirando a moderno por eso de que tiene una fuente en la sala y arte de imitación por las paredes. Agradable, pero nada del otro mundo. Sin embargo, de repente te das cuenta de que existe un ascensor y la curiosidad te empuja a llamarlo. Así, llegas a una terraza ibicenca, con sofás y más fuentes y bastante vegetación. Y te das cuenta de que sí era un sitio especial. Las vistas de Cartagena las tapan algunos edificios nuevos, pero el ambiente es perfecto para ir viernes o sábado noche y pedir un margarita. Recomendaría también el «tequila sunrise» si no lo hubieran traducido por«sonrisa de tequila».