Shalom

Aquí pasé los primeros cuatro años de enseñanza de mi vida. Cuatro y no más, por suerte.
Shalom es una escuela cristiana, llevada por monjas de la orden del Sagrado Corazón de Jesús. Llevada por monjas y llevada al extremo. Rezo obligatorio antes de comer, cada miércoles a las 8:45, eucaristía en la capilla, castigos por no saber hacer bien la señal de la cruz y uniforme para «no distinguir entre clases o tribus sociales».
Los primeros dos años fueron perfectos: la Señorita Pilar (sí, Señorita) era un encanto de mujer, amable y con ganas de enseñar; pero dejó de trabajar en esta escuela. Después la cosa empeoró: la Señorita Finuca era un tanto especial, pero la palma se la llevaba la Senyoreta Ester. Una mujer que te castigaba por coger mal el bolígrafo; por decir, con diez tiernos años, «cumpleanys» en lugar de «aniversari»; y, como se te ocurriese decir su nombre sin el «se-​nyo-​re-​ta» delante, entonces mejor darse por muerto.
La oferta educativa de Shalom seguramente se adapte a muchas familias, pero por suerte, no a la que buscaba la mía.