Puestos a entregar la vida al mal y matricularse en una escuela de negocios, uno puede optar en Barcelona por el Gran Satán y pedir plaza en IESE o en ESADE o conformarse con un íncubo menos cotizado y probar suerte en EADA. Luego a lo mejor viene a ser lo mismo, porque libros de management hay en todos los quioscos y la ambición y el ánimo de lucro los trae uno de familia. Yo entré a EADA de casualidad, para hablar con uno de sus profesores sobre empresariado innovador. Y lo que desprendía el ascensor serbio en el que subí hasta la quinta planta de su edificio en la calle Aragón era aproximadamente lo contrario a innovación. Pasillos estrechos, salas poco iluminadas y un aparente desinterés por las nuevas tecnologías me llevaron hasta el aula donde el hombre me esperaba con ánimo instructor. Luego el tipo resultó ser un buen orador, un buen profesor, y aunque lo que decía y lo que dejaba implícito olía bastante a asufre, su carácter afable hizo que el entorno cutre resultara entrañable, de una malignidad inofensiva.