Aunque se presenta como un restaurante de cocina de autor, lo cierto es que su carta tiene un marcado aroma tradicional. A mí todos sus platos me suenan a clásico de cocina de mercado: carnes a la brasa –con denominación de orígen, por si te tranquiliza saber dónde pastaba la pobre vaca que te estás comiendo, cosa que yo prefiero ignorar-, pescado y marisco del día, arroces, y platos imprescindibles de la cocina catalana como la esqueixada de bacalao y los caracoles. Muá! Distinciones al margen, es un restaurante de una calidad excelente. Y sus precios, aunque están en consonancia, no resultan excesivos, así que se dejan pagar de vez en cuando. Merece la pena.