Su terraza no entiende de diferencia frío-calor. Es ese tipo de lugar que está –como dirían las de mi pueblo–«pa’ echar la tarde». Y delante de sus narices, Barcelona desfila en forma de típicos estereotipos. Y las horas pasarán como minutos aunque estés desempeñando la ardua labor de esperar a alguien. Niñas con tacón, señores de zapato y corbata. Rastas en monopatín, carpetas de Blanquerna. Algún desperdigado durmiendo la mona en el banco de enfrente, titirimundeo vario. Cuadros y retratos made in la Ciudad Condal. Ustedes dirán lo que quieran, pero yo desde que viví un Sónar no he vuelto a ver este bar como lo veía antes. Cualquier día tiene una primera zona de barra a la derecha, cafés por 1.30, sala del fondo con mesas, sillas, decoración en colores suaves y unas escaleras que te llevan a ella. A mediados de junio y con el CCCB y el patio del MACBA acogiendo desustancia y electro, el Cafetarium puede resultarte pequeño, sin baño, con poca gente o con demasiada y en lugar de escaleras montarte un tobogán-rampa.
Óscar S.
Classificação do local: 4 Barcelona
El Cafetarium es un sitio muy especial para mí. Es ahí donde solía ir entre clases o después de ellas cuando estudiaba en la universidad, huyendo de la depresiva cafetería o del Estudiantil. Pero no solo de desayunos vive el hombre, en ese local de dos plantas, podías disfrutar de un delicioso té con limón o ponerte a tono tomando medianas de cerveza. Para cenar con amigos también me gusta, recomiendo sobre todo probar las Coxinhas, que son unas croquetas brasileñas especialidad de la casa. Los camareros son encantadores pero la única cosa que echo en falta es que apenas hay cobertura dentro del sitio, que por cierto, ganaría más si dispusieran de conexión WiFi para los que íbamos con el portátil a estudiar.
Juan P.
Classificação do local: 4 Barcelona
A mí me gusta la gente que acompaña el «buenos días» con una sonrisa. O que te pone el café con un «¡para ti, guapo!». O que junto al azúcar deslizan una chocolatina. Me gusta, qué le voy a hacer. Porque mi «buenos días» entonces también es sincero. Y mi «gracias» es una prolongación de mi sonrisa. Y la chocolatina… esto ya es personal. En fin, que un trato tan amable y generoso y, por añadido, habitual, me hace calificarlo de «paradita de después del paseo por Tallers».