Biblioteca de la Facultat de Filosofia i Història de la UB

Es la Biblioteca de la facultad de filosofía, geografía y historia de la UB.
El acceso esta reservado solo a los estudiantes de la universidad ya que para entrar necesitas del carnet de estudiante.
La biblioteca es muy grande, consta de muchísimas mesas donde quedarse a estudiar. También hay una zona reservada para usuarios con ordenadores portátiles ya que estas mesas tienen enchufes para dispositivos electrónicos.
El wifi no esta abierto. Hace falta la clave de acceso de la UB o si eres estudiante tu clave de Eduroam.
El ambiente es muy tranquilo, hay poca gente y es fácil concentrar ya que no hay ruido. Además sus salas están bastante iluminadas por la luz del sol! Algo que viene bien cuando estas obligado a quedarte horas y horas sentado en una silla a estudiar!

Antes de todo anunciar que para entrar en esta biblioteca se tiene que ser miembro de la UB. Joder qué salvajada! Ni que fuera un espacio privado… Sólo por esto ya merece una estrella menos. Aunque también os digo que facilmente podéis entrar detrás de un estidiante orgulloso con carné si sois rápidos.
Dejando este hecho a un lado (aunque cueste) la variedad de libros que encontraréis –de tipo humanístico básicamente– es bestial. Tratan en concreto temáticas de filosofía, historia (de cualquier nación), geografía, historia del arte, arqueología y antropología. Como es evidente coinciden con los grados que se enseñan el las dos facultades que se encuentran en el mismo edificio. Dispone de 3 plantas, muy luminosaa y con bastantes mesas para estudiar. También podréis encontrar una zona de cartografía con grandes mesas, salas de imformóatica y salas para trabajar en grupo. No cierran al mediodia y si te traes el tupper puedes ir a calentarlo a los microondas del bar de la facultad (justo al lado mismo).
En general una biblioteca tentadora por su amplia oferta (aunque especializada) pero depravante por ser pública (sólo) en teoria, pero no en la praxis.

Es una biblioteca que impone por sus dimensiones y por la cantidad de salas, rincones, pasillos y estanterías. Me parece un lugar un tanto desproporcionado, con muchos espacios vacíos, frío como un centro comercial. Lo bueno del tamaño es la capacidad de almacenamiento. Esto hace que prácticamente cualquier búsqueda obtenga una respuesta positiva. Para entrar hace falta carné de estudiante, lo cual es sencillamente vergonzoso en un espacio público de acceso a la cultura. Es necesario explorar todo el edificio, sin miedo, para comprender las medidas exactas de este trasatlántico, y para conocer todas sus posibilidades. Hay que subir escaleras, abrir puertas, avanzar cuando parece que ya no hay nada más, y mantener en todo momento un espíritu de explorador. No tengo el hábito de estudiar en bibliotecas porque me distraigo fácilmente, pero el fondo que tienen aquí es algo muy remarcable, con lo que vale la pena entrar, aunque solo sea para sacar en préstamo libros que si los pidieras en una librería se pensarían que les tomas el pelo.

Cuantos años he pasado estudiando aquí, casi desde que la abrieron. No hace mucho la verdad, pero todo el mundo comprendió en seguida que esta biblioteca es la mejor de Barcelona para estudiar, lo que hace que se llene a cualquier hora del día o de la tarde.
Pertenece a la facultad de Historia, Geografía y Filosofía y necesitas un carnet de estudiante para pasar el torno, antes se colaba cualquier zumbado y la liaba o se dedicaban a robar, la cosa ya está mucho más tranquila ahora.
Tiene mesas amplias y aulas de estudio para usar el ordenador bajo reserva.

Escribo desde aquí. Ahora ya saben dónde estoy. Me tienen, me han localizado. Malditas redes sociales.
No es mal lugar para trabajar, sin duda alguna. Un lugar luminoso, grande, céntrico, al que no solo acuden estudiantes de las facultades propias. Confluimos aquí gentes de muy distintos ámbitos, con muy distintos trabajos casi siempre mal pagados, pensando quizá que ésta es la verdadera biblioteca central de la ciudad.
Una vez le oí preguntarse a no sé quién por qué narices las autoridades habían decidido meter una facultad como ésta en las entrañas de la ciudad, en pleno centro, en el corazón de la tormenta, cuando todo el mundo sabe que las universidades son germen de conflictividad y sarao. Quizá no todo esté perdido, pensé. O quizá es que las autoridades ya no se acuerdan de los conflictos de verdad, ya no temen nada porque han perdido la costumbre de enfrentarse a masas de universitarios cabreados.
Al principio aquí uno entraba como Pedro por su casa, sin acreditación alguna. Un día funesto alguien se quejó a La Vanguardia y a la semana siguiente pusieron barreras electrónicas, para las que hacía falta carnet. En realidad uno puede entrar mostrando casi cualquier cosa, casi con la tarjeta del Club Día, pero de algún modo las autoridades quisieron enseñar sus garritas y cerraron a medias una biblioteca a la que afortunadamente sigue entrando todo quisque.
Nos juntamos estudiantes, profesores, jubilados, trabajadores con contratos precarios y desempleados, chalados que no tienen más remedio que venir aquí para no volverse locos de remate y matar al vecino. De momento estamos calladitos; de momento seguimos con las manos en el teclado y la mirada centrada, estudiando.