Biblioteca Clarà

No importa la zona de la ciudad en la que vivas, que siempre vas a tener una biblioteca cerca y eso significa que tienes al alcance de la mano un espacio para el estudio, la lectura, el acceso a Internet y a un catálogo interminable de libros, CDs y DVDs. Todo gratuito y con plazos de entrega más que razonables. Para los vecinos de Tres Torres, la entrada a este universo cultural es la Biblioteca Clarà. El fondo no es de los más extensos, aunque eso no importa demasiado porque se pueden pedir documentos de cualquier otra biblioteca de la red, en cambio, es una de las bibliotecas más tranquilas en las que he estado. Como está en un barrio de poco movimiento, no hay gente paseándose, entrando y saliendo todo el rato y eso se agradece cuando se necesita un poco de concentración.

Es muy de agradecer que todavía se conserven fórmulas de acceso gratuito a la cultura, como por ejemplo las bibliotecas públicas. No se me ocurre un lugar más indicado para pasar la mañana, hojear el periódico, leer un par de artículos del amplio surtido de revistas, y pasear entre filas y columnas de libros y DVD’s, tratando de dilucidar cual es la mejor combinación para llevarse a casa. Todo un mundo lleno de posibilidades está al alcance de la mano. Evidentemente, por respeto a los demás usuarios es preciso devolver los artículos que hemos cogido en préstamo, en el tiempo convenido. La biblioteca ofrece plazos más que razonables (con posibilidad de renovación) para cumplir con lo exigido, de manera que eso no debería ser un problema. Eso sí, las bibliotecarias se encargan de poner malas caras y de reprender al infractor por los retrasos, por lo que yo recomiendo a todo el que no haya podido cumplir con los tiempos estipulados, que deje el material en el buzón y evite todo contacto personal. Ciertamente hay un elemento de cobardía (o de eludir el conflicto) en esta acción, pero a ciertas edades algunos ya no estamos dispuestos a que nos digan que nos hemos portado mal. Otro problema de las bibliotecas es que, a base de repetir visitas, uno termina conociendo el fondo de memoria. Tal vez sería interesante, a estos efectos, agilizar y dinamizar el movimiento de libros y películas entre las bibliotecas. Con todo este rollo no he dicho nada del señor Josep Clarà i Ayats, ilustre escultor garrochino que da nombre a este espacio y cuyas obras están expuestas en el patio que antecede el edificio. El carnet de la Biblioteca, aunque parezca que no sirve para nada, abre muchas puertas insospechadas en la ciudad.