Cafetería de barrio bastante amplia y ruidosa, con mucho movimiento dentro. Parece regentarlo un matrimonio bastante agradable, siempre con una sonrisa, con un ambiente tirando a mayor. La decoración es escasa, yendo a lo práctico en vez de a lo estético. Con cada consumición te ofrecen una pequeña tapa, pude probar la de champiñones, que me defraudó, y la de patata brava que sí tiene su punto