Como soy de interior no tengo muchas experiencias previas en cuanto a puertos de grandes barcos… Me fui con la sensación de haber estado en una estación de otro medio de transporte, encontré todos los servicios típicos de un apeadero: aseos, bar, taquillas y tiendas de revistas, chucherías, abalorios… La mayor diferencia(a parte de lo evidente) era el tamaño desproporcionado de las zonas de embarque y la manera en la que todo tipo de vehículos entraban y se organizaban dentro del ferry. Otra cosa que no esperábamos fue el gran control de los pasajeros antes de entrar en el barco. Nos pareció muy extraño tener que presentar nuestra documentación para movernos de isla en isla. Lo mejor, la posibilidad de ver barcos y maniobras complejas de grúas.